Roma no fue cosa de un día

Valverde haciendo indicaciones a sus jugadores en el Wanda Metropolitano

Valverde haciendo indicaciones a sus jugadores en el Wanda Metropolitano / EFE

Jordi Costa

Jordi Costa

Simeone tiene una bien ganada fama de aburrir a las ovejas con el fútbol que practica su Atlético. No importa si tiene una plantilla modesta o si puede fichar jugadores con más talento como esta temporada. Le ha ido muy bien con su credo futbolístico y nada le va a hacer cambiar de idea, por más que le critiquen. Sucede que los culés, con el ojo bien acostumbrado y eliminados un par de veces de la Champions por mor de sus planteamientos, tenemos especial tendencia a ensañarnos con el sopor que propone el Cholo. Y en esas, llega un Atlético-Barça y resulta que los blaugrana no proponen mucho más que los colchoneros.

El duelo del Metropolitano, en clave blaugrana, se resume en una ecuación simple: 45 minutos de especulación, 35 de incapacidad y 10 de zafarrancho a la desesperada -el partido pedía a Dembélé mucho antes-, con un resultado de x (en la quiniela). Porque, quizás escarmentado por la fragilidad defensiva que había exhibido su equipo frente al Betis o alertado por la ausencia de Rakitic ante un rival contraatacante, Valverde prefirió asegurar regresando al 4-4-2 -con Arturo Vidal ejerciendo de Paulinho- que creíamos enterrado al final de la temporada pasada.

Desde el inicio de este curso, el técnico apostó por un 4-3-3 que, las cifras de goles encajados cantan, no le ha permitido encontrar equilibrio defensivo, razón por la cual era muchos quienes estaban convencidos de que volvería a los orígenes tarde o temprano. Y fue el sábado, en un partido que, tal como está la Liga, no era ni mucho menos decisivo.

Comprendo que Valverde debe pensar que el balance de la temporada y, por tanto, la valoración de su trabajo, se hará en función de los títulos que levante. Pero actuaciones como la del sábado deberían pesar tanto como los trofeos a la hora de decidir qué entrenador quieres o si deseas que continúe el que tienes. Porque el Barça se puede permitir una derrota, incluso jugar mal cuando intenta tomar la iniciativa, pero no tener miedo del riesgo que implica ir a buscar la victoria. Por lo menos en el primer tiempo, el equipo jugó a que no pasara nada en el partido, y no es la primera vez que pasa. Ya lo vimos en el campo del Olimpiacós, en el de la Juve y, por supuesto, en Roma.

Ahora sabe peor porque, con el fútbol desplegado por el equipo en octubre, creímos que el Barça había encontrado la pauta para ganar y divertir. Pero, por lo visto, el excesivo pragmatismo sigue apoderándose del banquillo en determinadas ocasiones.