El riesgo de ponerlo todo al rojo

Luis Enrique lamentó la derrota en Málaga

Luis Enrique lamentó la derrota en Málaga / sport

Jordi Costa

Jordi Costa

Está claro que a Luis Enrique le gusta el riesgo y me da la sensación que ha dado rienda suelta a esta faceta de su carácter desde que anunció que deja el Barça a final de temporada. En una profesión como la suya, en la que tienes que ganar pero sin olvidar el espectáculo, es de agradecer que sea más atrevido que conservador. O por lo menos servidor lo agradece. Pero cuando se toman riesgos, sucede que hay días que haces saltar la banca y otros en los que abandonas la mesa de juego con los bolsillos vacíos. Y eso mismo le está pasando al asturiano. Su audaz cambio de sistema tras el batacazo de París rescató al equipo de la rutina, le devolvió la competitividad y le sacó los mejores destellos de fútbol de la temporada. En cambio, ayer en Turín quizás se le fue la mano. No sólo porque regresar al 4-3-3 implicaba poner en danza los diez jugadores de campo teóricamente más fiables, sino porque la Juve sí que supo hacer lo que no logró el PSG en el Camp Nou: aprovechar los espacios en los costados para percutir hasta la línea de fondo y servir pases de la muerte. Cuando el Barça quiso corregirlo, Cuadrado y Mandzukic ya se habían recorrido las orillas de la pasiva y desguarnecida defensa blaugrana para asistir cómodamente a Dybala en los dos primeros goles.

Dicho de otro modo, analizando globalmente el partido, el Barça no fue demasiado inferior a la Juve -o por lo menos, no para llevarse un resultado tan severo- y la diferencia estuvo sin ninguna duda en la contundencia en las áreas -la Juve lo enchufó casi todo y el Barça no pudo nunca con Buffon-, pero también es cierto que en la ida de una eliminatoria no hacía falta tomar tantos riesgos.

Después del 6-1 al PSG, dar por eliminado al Barça antes de hora tiene un punto suicida, pero también parece muy aventurado imaginar a la Juve en el Camp Nou con un ataque de pánico y de regalos defensivos como el que experimentaron los de Emery.

Y esto me lleva al sábado a Málaga: a las 20:45, cuando empezó el partido, el Barça dependía de sí mismo en la Liga mientras que en la Champions debía librar cinco batallas contra rivales del máximo nivel. Vaya, que era mucho más difícil pensar en levantar la orejuda en Cardiff que acabar de remontar al Madrid en el torneo doméstico. Y tanto la alineación como las constantes vitales del equipo insinuaron que se pensaba más en Turín. Todo al rojo. Quizás fuera inconsciente, pero hoy, el riesgo de abandonar la mesa con los bolsillos vacíos parece alto.