Opinión
El retoque

Lamine volvió a ver portería frente al Elche / Dani Barbeito / SPO
Adaptémonos todos a lo que viene. Los que cumplen ochenta y necesitan del hijo o de la nieta para descargarse la entrada en el teléfono móvil. Los que se suman, con razón, a la tendencia que los cincuenta son los nuevos cuarenta. Y los que no saben ni leer ni escribir pero son capaces de, intuitivamente, darle a la tecla que le permite seguir recibiendo imágenes infantiles con esa musiquilla embriagadora. Este es el nivel y este es el momento. Vivir permanentemente en un ‘carpe diem’ que aparca el análisis y la reflexión versus la imagen, el impacto y la historia que al mismo tiempo que nace, muere.
Allá por la capital se rasgaban las vestiduras con la imagen de Lamine Yamal cuando el problema lo tienen en casa desde hace años y se llama Vinicius. Pero ya saben ustedes, lectores y lectoras avispados, que lo de desviar el foco es una cualidad que adorna al madridismo y a su entorno. El brasileño, tras afear la imagen de un club señor en el clásico al ser sustituido, esperó unos días para pedir perdón sin mencionar a su entrenador. A Xabi Alonso, que se le entiende todo aunque no mueva un músculo, le gusta poco o nada este jugador. Pero sigue el guión y baja el tono aún cuando la autogestión de los suyos -léase la cesión del penalti de Mbappé a Vinicius que falló- le dejé en los márgenes de la historia. Pase lo que pase hoy en Anfield, el mal ya está hecho. Pero nunca pasa nada. Nunca hasta que deciden que hay que vender.
Cuando una aplicación instalada en un teléfono te permite retocarlo todo, ya sabemos por donde van los tiros. Y van, casi, a la velocidad del sonido. Lo que debía corregir/borrar/retocar Lamine Yamal estas últimas semanas sigue a buen ritmo. El chaval, al que le ha sobrepasado su propia sobreexposición, optó por eliminar ciertos contenidos en algunas de sus redes sociales a fin y efecto de pasar página. Pero, en paralelo, le vimos compartir imágenes de campañas publicitarias y retoques capilares. Es la nueva generación de los que suman éxito y poder y lo comunican. Los que deciden que lo prioritario es lo que se ve. Los que comparten sus trabajos más allá del césped, su vida privada y sus estilismos porque tienen la sartén por el mango y saben, es así, que con ello no hacen daño a nadie aunque más de uno crea que se lo hace a sí mismo. Aquí la gracia está en saber retocar bien la imagen. Y en eso han de ir de la mano todos los actores de esta película.
Un día, Hansi Flick habló de egos. Otro, le faltaron al respeto a Xabi Alonso ante millones de espectadores. Entenadores, responsables de comunicación, fisioterapeutas y médicos intentan poner ‘seny’ en unos vestuarios en los que las estrellas cada vez son más jóvenes, más ricas y con mayor capacidad de influencia a la par que más influenciables. Dadas las circunstancias, la clave está en el manejo de las mismas y en la estrategia. Porque una pubalgia se puede gestionar médicamente de dos maneras y comunicativamente, también. A Lamine Yamal le ha tocado bailar con la más fea mientras que a Mastantuono no se le cuestiona ni la vida privada ni la deportiva. Es cuestión de retoque. Ya saben.
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