Un respeto para Valverde

Valverde, en rueda de prensa

Valverde, en rueda de prensa / AFP

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

No deberían caer en saco roto las pullitas que Valverde ha lanzado al personal. No es por nada, pero recordó antes del Clásico que él estaba en las mismas que Lopetegui una semana atrás e ironizó con que no pensaba en ser el verdugo del técnico madridista “por si acaso podía ser al revés”. Bueno, era más que una ironía, que esas cosas se tiran con doble intención. Y es verdad que Valverde tiene motivos para estar mosca. A cualquiera de nosotros nos dolería perder la confianza de nuestros jefes por haber hecho mal nuestro trabajo un día, ¡un solo día de 365 días! Y más, después de ganar la Liga y la Copa y haber resuelto la fuga del segundo mejor trabajador de la empresa, un tal Neymar que se largó sin que los que se tenían que haber enterado se enteraran de sus intenciones. Bueno, pues todo eso le sucedió a Valverde el año pasado.  

VIGILADO

Entiendo que Valverde pueda sentirse vigilado. Que si el sistema, que si el 4-4-2, que si la pureza del ADN... En lo único que se le puede criticar de forma razonable es en su poca atención a la cantera, pero ello no es suficiente como para tenerle por un entrenador cobarde, que es como, no nos engañemos, se le tiene en parte del entorno. Pues bien, creo que en este mes de octubre se ha ganado el derecho al respeto. Y es que Valverde ha mirado a los ojos a la crisis y la ha derrotado con decisiones que no eran precisamente las que tenían mayor consenso. Primero, Arthur en Londres y 2-4 al Tottenham. Luego, Rafinha por Messi y 2-0 al Inter. Y finalmente, de nuevo Rafinha por Messi en el Clásico y dos cambios de rumbo sobre la marcha que hundieron al Madrid: mandar a Sergi Roberto al ataque y sacar a Dembélé. El 5-1 será histórico por Suárez y el juego coral, pero también ha de serlo por el trabajo del entrenador, que es el que elige y convence a los jugadores, ordena la presión y visualiza la estrategia conveniente.