Si respetan a Koeman, échenle ya

Koeman y Laporta, tras ganar la Copa del Rey

Koeman y Laporta, tras ganar la Copa del Rey / AFP

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Empieza a ser desagradable recordar constantemente quién es Ronald Koeman para el Barça. El pasado glorioso ofrece reconocimiento, respeto y jerarquía. También es el cemento con el que se construye el templo de vidrio en el que habitan las leyendas. Es un gran santuario en el que se vive muy bien y al que llega la admiración de los fieles que veneran a sus ídolos. Cada club, selección o país tiene su propio Olimpo de los dioses. El del Barça lo forman mitos como Kubala, Cruyff, Ronaldinho o Puyol, entre muchos otros.

Lo fácil para los elegidos es instalarse para siempre en esa zona de confort, pero hay quien elige abandonar el recinto en busca de nuevas aventuras. Es la opción más arriesgada porque corren el peligro de no poder regresar nunca más a la comodidad del hogar. Cruyff, que por eso es único, fue grande como futbolista, pero también fue enorme como entrenador. Y tras hacer historia en el Barça, entendió que cualquier otra aventura podría agrietar su pedestal. Guardiola está en ese mismo grupo, como Koeman cuando aceptó el reto de mostrarse sin filtros entrenando en el Camp Nou. El héroe de Wembley se jugó al doble o nada el recuerdo de la primera Copa de Europa.

Ronald llegó al Barça siendo un viejo desconocido que debía empezar de cero desde el banquillo. Su experiencia previa como entrenador no permitía ser muy optimistas, pero su historia estaba por escribir. Tampoco hace falta recordar en qué condiciones aterrizó, tras superar un infarto, renunciando a la Eurocopa con Holanda y con el club inmerso en una grave crisis institucional, económica y deportiva.

El balance de su primer año fue bueno. Ganó la Copa del Rey, luchó casi hasta el final en LaLiga y en la Champions sufrió como lo habían hecho sus predecesores. El equipo mezcló buenos partidos con otros insuficientes y, más o menos, pudo trabajar con el sistema en el que más cómodo se siente. Pero todo cambió tras el cambio en la presidencia. La llegada de Laporta fue un punto de inflexión porque el nuevo dirigente nunca creyó en él, algo absolutamente lícito. De hecho, Koeman es hoy una anomalía estructural en el Barça: es uno los escasos supervivientes de la revolución deportiva iniciada por el presidente con relevos en prácticamente todos los banquillos. Fue el propio Ronald el que dijo el pasado mes de mayo que “no pienso que sea el mejor entrenador para este club”. Llegados a este punto, la única forma de restituir con dignidad su leyenda es acabando con el desgaste continuo al que está sometido. Si le siguen respetando, échenle ya.