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Reivindicar el derecho al cabreo

Sergio García, seguido por Stefano Nepa durante un entrenamiento en Jerez

Sergio García, seguido por Stefano Nepa durante un entrenamiento en Jerez / EFE

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Déjenme que les cuente algo personal. El fin de semana pasado fue fantástico. El sábado estuve en el RCT Barcelona disfrutando en vivo de las semifinales del Godó. El domingo asistí al Enduro Vintage de Les Comes, donde me reencontré con las motos de mi juventud y con viejos amigos; y por la tarde, transmisiones televisivas en vena con el Barça, Nadal y la Indy Car. 

No se si como consecuencia de todo ello, pero he tenido una semana maravillosa. El efecto balsámico de pasarlo bien con el deporte (sobre todo de forma presencial) es incuestionable. Sí, ya lo se: “el opio del pueblo” si quieren; vale, “el panem et circenses”, de acuerdo. Pero, sin ser comparable con la propia práctica del ejercicio físico, el poder estimulante de contemplar un evento deportivo “in situ” también tiene una capacidad de generar endorfinas que nadie pude poner en duda. Y más en tiempos difíciles como estos, en los que nos ayuda neutralizar el temible cortisol con chutes como los que nos damos desde las gradas. Necesitamos volver a las tribunas de forma regular.

Por eso me entristece ver las de Jerez absolutamente desiertas este fin de semana con ocasión del GP de España. Jerez, la catedral, la carrera con más ambiente de todas, tan cubierta por ese manto de silencio sorprendente que, por desgarrador, rompe los tímpanos pero sobretodo el alma.

Y por eso duele tanto que la carrera de F1 del Circuit de Catalunya, la del 30 aniversario de este escenario ni más ni menos, vaya a disputarse sin público.

Entiendo las razones que se han argumentado, puedo incluso en un enésimo esfuerzo de flexibilidad adaptarme a las variablemente movedizas, zigzagueantes, pendulares y  oscilobatientes decisiones del Procicat. Y, especialmente, no tengo porqué dudar de las explicaciones dadas, especialmente de los detalles aportados por el President del Circuit, el Conseller Ramón Tremosa y por el director general de esta instalación, Josep Lluís Santamaria. Pero me jode; qué quieren que les diga. Probablemente tanto como a ellos. Y seguramente mucho menos que a los aficionados que llevan dos temporadas esperando que la sinfonía de los motores desahucie ese silencio aterrador que ocupa la atmósfera de Montmeló desde hace demasiado.

Volver del Godó, escuchar que el Gobierno estudia que los últimos partidos de la Liga y del básket puedan disputarse con público, saber que bailar bajo techo con los Love of Lesbian no es peligroso, y que te digan que no podrás ir de momento al inmenso, gigantesco, espaciado y aireado escenario del Circuit cabrea. Y mucho.

Me dirán que “això no toca”. Ok. La salud es lo primero. Pero coincidirán conmigo que si el día 8 se da la paradoja de que el público vuelva al Camp Nou para el Barça-Atlético de Madrid y al día siguiente el Circuit está desierto será difícil convencer a Liberty Media para que no requieran el pago del canon concertado. Ni más ni menos que 22 millones.

Muy bien, ya nos quedaremos en casa. Pero al menos no nos exijan que lo hagamos con una sonrisa en el rostro. Siempre nos quedará la tele. De pago. También.

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