Reflexiones sobre Alonso e Indianápolis

La aventura americana resultó todo un acierto tanto para Fernando como para McLaren.

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Alonso es el gran ganador del experimento. / MOTOR

Josep Viaplana

Josep Viaplana

Con la perspectiva del tiempo me gustaría hacer una reflexión sobre la presencia de Fernando Alonso en las 500 Millas de Indianápolis, que resultó todo un acontecimiento en nuestro país. Nunca se había oído hablar tanto de esta mítica prueba ni, obviamente, había despertado tanto interés. Yo, personalmente, debo reconocer que la viví con emoción y enorme pasión.

Tras esta pequeña introducción me gustaría, en primer lugar, remarcar el acierto del asturiano en emprender esta aventura. Él ha sido el gran ganador del experimento. Su nombre, después de unos años repletos de reveses, se ha reivindicado a nivel mundial. Con una adaptación meteórica y vertiginosa a un oval y a un coche completamente diferente, ha demostrado que por manos no le gana nadie y que es tan bueno como el mejor, es decir, que es obvio que si le dan un coche para ganar en la F1 también estaría delante… por si alguno lo dudaba.

En segundo lugar, la operación de marketing. Brillante. Fernando ha aprovechado el envite para lanzar Kimoa, que se presenta como una línea casual de gafas, sudaderas y camisetas (de momento), con el mundo del surf como leitmotiv de la colección. El destino parece ser, principalmente, el mercado americano y el piloto ha aprovechado para promocionar la marca y convertirse en un héroe en un área en el que la F1 tiene muchas lagunas.

Por otro lado, la experiencia de Indianápolis le ha permitido a él y a McLaren ganar un rédito para ‘salvar’ una temporada que en la F1 está siendo un calvario. La escudería de Woking ha podido maquillar su prestigio y resultados con la respuesta que ha tenido en Indianápolis, donde sus patrocinadores han tenido un inesperado escaparate en el que han lucido el brillo que no disponen en otros lares. Sólo Honda ha salido malparada en el envite, principalmente en España, ya que con la rotura del motor llueve sobre mojado.

A nivel deportivo, como decía, no puedo hacer otra cosa que sacarme el sombrero por su rendimiento. No estoy de acuerdo, sin embargo, con todas las cábalas que le dan como vencedor de no haberse roto el motor. Cierto que hubiese tenido su oportunidad, se la había trabajado y merecido, pero el final en Indianápolis depende de muchos factores y no se pueden hacer elucubraciones sin fundamento. Podía haber ganado, sí, pero de la misma forma pudo haber perdido. Esto no lo sabremos nunca, lamentablemente. Lo único que podemos certificar es que su trayectoria en las 500 Millas fue brillante, extraordinaria y sobresaliente. Para ello no hace falta que le demos victorias que no ha conseguido.

Por cierto, tengo una columna pendiente para dedicársela a Oriol Serviá. No tardaré.