Que la realidad no supere a la ficción

Laporta, durante la Asamblea

Laporta, durante la Asamblea / Valenti Enrich

Danae Boronat

Danae Boronat

Supervivencia económica. Riesgo de liquidación. ¿Les suena?. Son los hits de los últimos días y semanas gracias a la situación del Barça y al ‘Juego del Calamar’. La serie que arrasa en Netflix en la que un grupo de personas desesperadas por su situación económica, perseguidas por sus acreedores, compiten en múltiples juegos infantiles para llevarse un gran premio. Los perdedores mueren en el intento de cambiar el rumbo de sus vidas. Y, ¿cómo han llegado hasta esa situación límite? endeudándose hasta las cejas. Como el Barça. “Estábamos al límite con el fair-play financiero” admite Bartomeu. Y la crisis del Covid hizo que todo saltara por los aires, pero no. No es suficiente parta justificar el empobrecimiento extremo del club y el fracaso moral de sus gestores en los últimos años incapaces de asumir su responsabilidad. “Fue error mío no hacer un cambio y hacer caso a los jugadores después de Liverpool” dice el ex presidente azulgrana. Eso es todo. De las comisiones del 30%, los contratos crecientes o la dejadez del Camp Nou no sabe ni contesta.

Como Gi-hun, el protagonista de la serie surcoreana, Joan Laporta estaba pendiente de si tenía luz verde o luz roja en la Asamblea a los números que presentó Eduard Romeu y a la petición del crédito de 1.500 millones de euros. “El club está vivo y funciona democráticamente” empezaba diciendo en el video de anuncio de que finalmente recurrirá a un referéndum. El ‘Juego del Calamar’ es también una representación crítica de la democracia contemporánea algo extrapolable al sistema de representación obsoleto que supone la asamblea cuyo final, pospuesta sin la votación clave, evidenció sus deficiencias. A la espera de la decisión de los socios y del informe forensic (se espera para noviembre) que pueda dirimir si hubo o no corruptelas de Bartomeu y los suyos el fútbol puede ser la gran esperanza.

Un cuadrado, un triángulo y un círculo simbolizan un calamar en la trama de ficción. Del cuadrado pasamos al rectángulo verde donde Gavi, Ansu Fati y Memphis son el triángulo mágico que puede llevar a conseguir que el círculo vuelva a ser virtuoso. Este cefalópodo se caracteriza por tener ocho brazos, los que va a necesitar Ter Stegen para que el equipo sobreviva en la Champions League, dos corazones, los de Busquets y De Jong bombeando sin pausa para multiplicarse en el clásico y no ser finiquitado ante el Real Madrid. Los recuperados Agüero y Dembelé los tentáculos que faltaban con los que intentar salir a flote y que la cruda realidad no supere a la macabra ficción.