Opinión

Razones para que Lamine gane el Balón de Oro

Lamine Yamal es protagonista en un mural de Adrià Bosch

Lamine Yamal es protagonista en un mural de Adrià Bosch / Instagram

Hace pocos días, ‘France Football’ dejaba caer en su página web un comentario inocente, pero esclarecedor. “Solo el interista Lautaro Martínez (séptimo el año pasado) y el barcelonista Lamine Yamal (octavo) parecen estar en condiciones de luchar por el trofeo entre los veinte primeros clasificados del año pasado”. El trofeo al que se refiere el texto es, cuál si no, el Balón de Oro.

Es curioso cómo un premio individual ha logrado convertirse en referencial, tratándose de un deporte tan coral como el fútbol, pero llegados a este punto, con la temporada ya casi finiquitada para el Barça, no está de más repasar los motivos por los que un chaval de 17 años ya merece llevarse el gran galardón del fútbol mundial.  

Se da por hecho que para ganar el trofeo es imprescindible ganar títulos importantes: Lamine llegará a final de temporada como campeón de Supercopa, Copa y Liga, y quizás también la Nations League con la selección española. ¿Suficiente para optar al premio? 

Todo dependerá de los corresponsales de la revista francesa, que en teoría deben votar en función de tres criterios: rendimiento individual, rendimiento colectivo (aquí se incluyen los títulos) y finalmente, clase y ‘fair play’. No hace falta conocer con detalle el mundo del fútbol para saber que Lamine tiene clase suficiente como para ser uno de los grandes candidatos al premio: su rendimiento así lo atestigua.

Pero también existe otro factor, quizá más intangible, pero que sin duda afectará a los periodistas de ‘France Football’ a la hora de votar: el impacto que ha tenido su irrupción en la elite. Aún no es mayor de edad, pero ya ha ganado una Eurocopa, una Copa, una Liga y una Supercopa. Estuvo a un paso de jugar la final de la Champions, el partido que sin duda le hubiera encumbrado. 

Lamine, además, representa una manera de entender el fútbol que conviene preservar y premiar: el desborde, el atrevimiento, el regate y la frescura con cualidades que no abundan en un fútbol cada vez más físico, más medido y más condicionado por las estadísticas. 

En este sentido, Lamine es un jugador contracultural. Juega como si aún estuviera en Rocafonda, con esa naturalidad que tanto seduce a los jóvenes. Es difícil recordar a un jugador con tanto seguimiento entre los adolescentes como Lamine: ni siquiera Leo Messi, cuya llegada a la elite fue más sostenida, logró tal impacto inicial entre un público, los jóvenes, que representa al fin y al cabo el futuro de este deporte.

No deja de ser curioso que su gran rival por el premio sea Ousmane Dembélé: ni el francés no llega a irse al PSG, quizá Lamine aún estaría esperando una oportunidad. Pero la tuvo (gracias también al buen ojo de Xavi). Y la está aprovechando de verdad.