Rashford para compensar el Camp Nou

Primer principio de la termodinámica blaugrana: las decepciones se compensan con fichajes. La energía negativa se convierte en movimiento de mercado. Así es en 2025, así era en 1995, así ha sido siempre. Tras el fichaje frustrado de Nico Williams y la brusca reculada con la vuelta al Camp Nou, el club ha optado por la fórmula clásica de toda la vida para calmar las aguas.

La junta directiva del Barça ha tenido que hacer frente durante unos días a las inclemencias de la hemeroteca y a todas las fechas de regreso al Camp Nou que ha ido prometiendo y que no ha podido cumplir. En la era de las redes sociales rabiosas y vengativas estos reproches son poco relevantes, pero es cierto que una vez más se confirma que el talón de Aquiles de este segundo mandato de Laporta son las expectativas mal gestionadas y el triunfalismo desmesurado, a menudo alimentado por una aduladora corte digital.

Con un equipo ilusionante y una Masía en plena expansión, el socio del Barça haría la vista gorda a los retrasos del estadio sin más problemas. Lo único que le revienta es tener que frustrarse innecesariamente por enésima vez. Vivimos una situación tan curiosa como inédita: por primera vez, y como si fuera el mundo al revés, es el socio quien pide realismo al club, y no viceversa. Sin embargo, el presidente Laporta, que es un sabio conocedor de los resortes psicológicos del entorno, prefiere siempre doblar la apuesta de la ilusión que rebajar el entusiasmo. Antes muerto que ponderado. De ahí que ante la enésima crisis, la solución no haya sido bajar el balón sino continuar patada pa'lante.

De ahí que se haya optado por un movimiento rápido y hábil con Marcus Rashford, uno de estos fabulosos diamantes en bruto que ilusionan a la afición, porque hay la esperanza fundada de que en el Barça de por fin todo lo que prometía y no ha terminado de explotar. La llegada de Rashford es otro espectacular gambito de dama, que sirve en primer lugar para apuntalar la delantera blaugrana, envía a Nico Williams a la papelera de la historia y devuelve a un segundo plano el lío de la no-vuelta al campo.

A la oposición se le olvida a menudo que mientras el equipo funcione e ilusione, todas las crisis son pasajeras, y más si son en agosto, cuando nadie se juega nada. El apocalipsis sólo es tal cuando una supuesta crisis de despachos se junta con la del césped. Mientras la pelotita entre, mientras haya ilusión: en el Barça no existe ninguna verdad más imperecedera que esta.