Opinión

No quiero hablar

Lamine Yamal está haciendo méritos más que sobrados para conquistar su primer Balón de Oro

Lamine Yamal está haciendo méritos más que sobrados para conquistar su primer Balón de Oro / Javi Ferrándiz

Estoy escribiendo esta “Contra” a media tarde (ayer para ustedes), y a pocas horas de un partido que, en caso de victoria, nos daría la liga. Lo fácil habría sido ponerme en contacto con el director de SPORT solicitándole alterar la hora establecida para la entrega normal de este artículo, y aplazarla excepcionalmente a las 23.30, conociendo así el resultado final y comentando cuanto se derivara del mismo.

El jefe habría accedido, lo ha hecho en otras ocasiones, pero no quiero hacerlo. De hecho, no quiero hablar del encuentro, ni del encuentro, ni del Espanyol, ni del arbitraje (que auguro inquietante), ni de la tensión en las gradas, ni de posibles celebraciones… No quiero hablar de nada que se refiera a él.

¿Y de que hablo entonces si todo el mundo espera mi opinión sobre la noticia del día, sea en la dirección que sea? Y ahí lo tengo claro: De lo increíble y complicado que ha sido llegar, líderes, a la jornada de hoy. De lo difícil que ha resultado, para un técnico que jamás antes había trabajado ya no en España, sino en ningún equipo latino, enlazando éxitos un mes tras otro y haciendo evolucionar hasta rozar la excelencia, un grupo humano que, para una inmensa mayoría a la que hoy le cuesta reconocerlo, el equipo era demasiado joven, demasiado inocente, demasiado previsible y, en muchos casos, demasiado vulgar.

Pues no. Flick hizo de esa juventud, una oportunidad, de esa inocencia, un arma letal, de esa previsibilidad, un recuerdo en el pasado, y la vulgaridad de ayer la ha convertido en opulencia, en ocurrencia, en osadía y en diversión. Y no. Hoy me quiero quedar con el regalo que estoy viviendo más allá del resultado de ayer, que, si no ha sido el esperado, lo será el próximo domingo.

Me quedo con la satisfacción y lo feliz que me siento ahora mismo ante la inesperada posibilidad de ser campeones en el RCDE Stadium dos jornadas antes de acabar el campeonato. Me quedo con la explosión volcánica de un jugador catalán, racial, menor, y omnipresente, de piernas escogidas, personalidad magnética y cabeza inusualmente madura y capaz.

No. No quiero hablar de lo que pueda pasar esta noche, que de hecho, ustedes, hoy ya conocen de sobra, quiero hacerlo de que volvemos a estar en el foco del mundo, de que las calles respiran nuestros colores y de que mi hijo, adolescente, ha olvidado la Kings League y vuelve a estar poseído por la ilusión de unos chicos que representan de nuevo, y con orgullo, la lucha de todo un país.

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