Siempre nos quedará Barbastro

Guardiola

Guardiola espera ser más efectivo / EFE

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Yo tengo dos barcelonistas de cabecera. Los hay que tienen un montón, yo solo tengo dos. Bueno, en realidad, son dos amigos (auténticos, íntimos, únicos, ejemplares), que, no es que sean socios de toda la vida (es decir, desde el día que nacieron, que lo son), sino que son unos auténticos enfermos de esto. Perdón, del Barça. Cuando digo enfermos, me gustaría que entendiesen que eso que siente usted por el Barça, por el ‘més que un club’, no tiene nada que ver, en serio, se lo digo yo, con lo que sienten mis dos amigos. Uno, el más veterano, el más experto, sufre estos días más que nadie. Está inquieto, demasiado inquieto, porque teme que vaya a ganar, por follonero, ustedes ya me entienden, el menos adecuado de los candidatos. Sufre porque cree que, al margen de que debería de haberse intentado una candidatura de consenso ¡no te fastidia, la que hubiese debido liderar él!, la situación económica del Barça es desastrosa, única por caótica. “Quien le explique la verdad al socio, perderá. Y, sin embargo, es una verdadera insensatez que nos acerquemos a las urnas sin saber la realidad del club. Yo creo que al presidente que salga, deberíamos concederle no 100 días de gracia sino 1.000 o 2.000”. Mi amigo del alma no se cree ya a nadie ni a nada.

Tiene, por supuesto, decidido desde hace tiempo su voto, pero ha empezado a ver que aparecen los mismos nombres de siempre o, peor aún, los nombres que quieren volver donde estuvieron. El miércoles mismo, por ejemplo, estaba muy mosqueado (y con razón) porque después de haber oído decir a Xavi Hernández que él era “un activo del Barça y no seré proactivo por ningún candidato”, apareció en la foto definitiva de la candidatura de Víctor Font, formando tándem con Jordi Cruyff, que por cierto desmintió que hubiera firmado por el precandidato. “Cuando empezó la Liga te dije que las pasaríamos canutas para acabar entre los cuatro primeros y poder jugar la Champions el año que viene”, me sigue contando cada noche cuando, antes de apagar la luz de mi mesita de noche, le llamo para darle las buenas noches. “Y, ahora, te voy a decir otra cosa que aún me duele más: como nos equivoquemos a la hora de escoger al futuro presidente vamos a pasarnos meses, años, siendo una medianía, nos va a costar Dios y ayuda recuperar el prestigio que teníamos y volver a ser un club puntero. Y ya sabes que no hablo de retener o no retener a Messi, hablo de inyectar sensatez en la gestión, escoger un equipo y no una figura carismática o divertida, hablo de tener profesionales de prestigio que gestionen el club, que sepan afrontar, con imaginación y sentido común, la dificilísima situación que ha provocado, en el mundo entero no solo en el fútbol, esta pandemia.

Hablo de evitar convertirnos en sociedad anónima deportiva”. No conozco una mente más privilegiada entre el barcelonismo que la de mi amigo. Mi otro confidente azulgrana es pura dinamita. Bueno, con decirles que fuimos dos de los poquísimos culés que estuvimos en el campo del Barbastro aquel 9 de junio del 2008 en que Pep Guardiola se coronó futuro rey, se lo digo todo. Ganamos ¿recuerdan? 0-2, con goles de Bel, en propia puerta, a los 12 minutos de iniciado el partido y Dimas, en el 55. ¿El equipo?: Oier; Córcoles, Espasandín, Marc Valiente (Fali, minuto 62), Xavi Torres, Sergio Busquets, Pedrito (Víctor Vázquez, m. 74), Dimas, Guerra, Abraham (Toribio, m. 87) y Jeffrén. A veces nos juntamos solo para recordar aquel viaje. La verdad es que nos lo pasamos en grande y estuvimos a punto, a punto, de llevarnos el jamón que el cura del pueblo, bueno, del campo, del club, sorteó en el descanso. “Siempre es el mismo jamón, nunca le toca a nadie”, me comentó un forofo local en el graderío. Era aquel un recinto acogedor, tierno, a pie de montaña, precioso.

Es más, la sala de prensa estaba situada en un pequeño chalet pegadito al campo de juego. Fue allí donde recuerdo, como si fuese ahora mismo, las palabras pronunciadas por Guardiola tras aquel 0-2 (por cierto, refrendado en el Mini, en el partido de vuelta, con otra victoria, esta vez por 1-0), que casi aseguraba el ascenso: “Gracias a estos chicos estoy haciendo un máster acelerado. Gracias a ellos, sé que el fútbol que debemos hacer es este: atacar, deleitar e intentar ganar gustando. Ellos son humildes, de ahí su éxito; son trabajadores, de ahí su triunfo; son atrevidos, de ahí sus errores; y son jóvenes, de ahí sus ganas de agradar”. El miércoles, sí, volví a desayunar con mi amigo, ahora en la precandidatura de Xavi Vilajoana. Hablamos, claro, del horrible partido que protagonizó el Barça ante el Eibar y, sobre todo, de cómo está el Barça, de lo difícil que será volver a ser un club, un equipo, una ilusión reconocible. Ya nadie habla, no, de convencer a Messi para que siga entre nosotros. “La decisión está en manos de Leo, que, como comentó en la entrevista con Évole, sabe mejor que nadie cómo está el club. Ni siquiera el presidente que salga podrá suavizarle la realidad. O se queda por amor, por cariño, por pasión, o se va. No hay otra. Ni dinero que le pueda convencer”. Siempre nos quedará Barbastro.