¿Qué me pasa, doctor?

Buenos días. Mire doctor: vengo a visitarle porque padezco un extraño síntoma por el cual ni siento ni padezco la probable marcha de Leo Messi del FC Barcelona.

Sí, sí: ha entendido bien, Messi, el mejor jugador del mundo, el que ha dado al Barça las glorias más sonadas de su historia, el jugador que empezó siendo un niño en la cantera y terminó mandando un burofax comunicando que se pretende marchar gratis, el que ha marcado 634 goles y que han supuesto 634 abrazos sin Covid, el que ha marcado 48 hat-tricks, 6 Balones de Oro y otras tantas Botas de Oro. 

Ese jugador que ha hecho que el mundo nos mire envidioso por tenerle en nuestro equipo; el mismo que, llegado el momento, debería de marcharse con los mayores honores y amando de por vida al club al que sirvió y que tanto le ha dado. Y fíjese doctor que, como poseído por un extraño encantamiento, ahora mismo me siento indiferente, pensando que si se quiere marchar que se marche.

Y me digo: cuando se haya ido, nosotros empezaremos, como escribió el admirado Pérez de Rozas, un ‘foc nou’ que deberá alzarse con fuerza dispuesto a salir a competir sin la estrella que ha resplandecido durante años, para lo bueno y, ojo, para lo malo. Porque el fútbol de puertas adentro es cosa distinta. Un vestuario con jugadores consagrados nunca es fácil; que se lo pregunten, si no, a Ernesto Valverde, un malabarista de egos que acabó marchándose a su casa en busca de aire fresco.

¡Ah! Otra cosa, doctor: tampoco siento nada si esta directiva de Bartomeu dice que se marcha mañana. Si lo hace, suspiraré aliviado pensando que el ‘foc nou’ ha de arder en cualquier rincón de este club. Ellos se irán y aquí se quedará el club de nuestros amores arruinado y al albur de las futuras directivas.

¿Qué hago, doctor? Porque quiero alegrarme o enrabiarme como lo hacía antes, y ahora nada. Una última pregunta: ¿Podría ser que estuviera todavía bajo el efecto de un traumático ridículo mundial que acabó en 2 a 8 contra el Bayern?