¡Qué manera de empezar todos!

Messi, en un lance del partido

Messi, en un lance del partido / VALENTÍ ENRICH.

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

La verdad es que no puede ser más extraño este inicio de temporada. O de Liga, que no de Champions, desde luego. Puede, aunque yo no soy de los que defiendan o crean esas teorías, que la obsesión por la Champions haya trasformado el pensamiento de los chicos de Ernesto Valverde, no, desde luego, el del propio técnico del Barça, que considera que el campeonato doméstico es el que te da el estado de forma para poder aspirar al título continental.

Es evidente, cómo no, que los tres títulos conquistados consecutivamente por el Real Madrid y, en su defecto, claro, los tres (o más) no conquistados por el Barça, promovió todo aquel ruido de pretemporada en el que empezó a intuirse que si este año (o el que viene, perdón) Leo Messi y compañía no ganan la Champions, es decir, ‘tan solo’ repiten el doblete Liga-Copa, habrán fracasado estrepitosamente.

Eso, si lo leen tal cual, si lo analizan, sigue siendo la misma barbaridad que muchos defendieron la pasada temporada, es decir, este mismo año. La Champions es un cúmulo de circunstancias que no se producen (o se producen muchísimo menos) en el campeonato de Liga, donde gana el mejor y, sobre todo, el que mejor ha estado en todos los campos de España y durante más tiempo.

Pero cuando digo que este arranque de Liga es estrepitosamente inquietante, no lo digo por esta extraña manera que ha tenido el Barça de complicar un buen arranque de campeonato (vale, no en juego, pero sí en resultados) y acabar sufriendo donde menos se lo esperaba. Insisto, no lo digo solo por el Barça y esa facilidad para empezar perdiendo casi todos los partidos. Hasta Messi se ha armado de valor y, tal vez, ejerciendo de capitán ha salido a decir que vale ya, que no podemos encajar goles tan tontos. Y siempre.

No, insisto, no lo digo solo por el Barça, que también. Lo digo porque el Real Madrid, por ejemplo, ha pinchado frente a todos los adversarios importantes con los que se ha enfrentado: ante todos. Y, pese a que no se cuestiona a Julen Lopetegui, ya empieza a haber dudas sobre muchas de las cosas que se daban por maravillosas en Madrid hace un par de meses. Como se dudaba hace solo un mes, sí, sí, un mes de Simeone. O como se dudaba hace dos semanas de Pablo Machín y su método de trabajo y, ya ven, va de paliza en paliza. Y parece, sí, que ahora le toca al ‘Txingurri’.

Nadie, absolutamente nadie, está considerando el hecho de que estamos en los dos primeros meses de campeonato e, incluso, podrían echar una mirada a las otras Ligas y verían en todas partes ocurre lo mismo, o parecido. No estoy defendiendo que hay que tener paciencia con todos (que sí, sí lo defiendo, al menos a primeros de octubre), sino que todo lleva su tiempo y, sobre todo, debemos insistir en que el fútbol es el único deporte donde, iniciado el partido, todo se iguala, hasta los presupuestos y, por supuesto, el nivel de los jugadores.

Repetiré que me parece muy, muy, importante que Leo Messi saliese, el pasado sábado, a escena, a la palestra y que cogiese el micrófono de beIN SPORTS y lanzase, si no una voz de alerta, si reflexionase, públicamente, sobre algo que, sin duda, ha de inquietar al vestuario azulgrana. Y la manera de decir de Messi me pareció, con perdón, más dirigida a sus compañeros, a él mismo, a los profesionales, que al banquillo.

Fue, posiblemente, una manera de convocar al esfuerzo en conjunto, en equipo y a recuperar el libro de estilo de la pasada temporada cuando no se encajaban goles tan tontos. Y tantos. Puede, sí, que esas cosas ya su hubiesen comentado en las catacumbas del Camp Nou pero, quien sabe, igual Messi creyó oportuno decirlo en público.