Qué chulo es CR7, ¡Dios mío!

Cristiano Ronaldo

Cristiano Ronaldo / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Volviendo al nombre de mi página de los sábados que ideó el director. ‘Las cosas de Emilio’ me provocó un montón de cosas esta semana. No crean que buenas, no. Bueno, tal vez, cuando hablemos de ellas, algunos de ustedes pensarán “¡caray!, no son tan malas”. No, si yo no las traigo aquí, a colación, porque las considere ni buenas ni malas, sino porque me ha parecido llamativas y, sobre todo, no nos engañemos, a mi entender, muy desafortunadas.

Por ejemplo, empecemos por la que más me dolió. Me dolió por el propio protagonista, de verdad, no por la ofensa que suponía o pretendía ser pues, al final, lo siento pero no creo que a ningún seguidor del bravo Atlético de Madrid le ofendiese, le dañase, le doliese, ese impresentable gesto de Cristiano Ronaldo con los dedos al aire “¡cinco, cinco Champions tengo yo!” por ese cerito de su dedo gordo e índice recordando que los colchoneros tienen cero Champions.

Hay que ser poca cosa para hacer ese gesto. Hay que ser muy vengativo y, sobre todo, muy mezquino. Como diría papá, innecesario, Emilio, innecesario. En efecto, ese gesto de CR7 fue una vergüenza e innecesario. El Atlético le dio un auténtico repaso a la Juventus y, sí, también, a CR7, que había comprado 110 entradas del Wanda Metropolitano para repartir entre sus familiares y amigos. He hizo bien porque, en efecto, fue un inmenso partido.

declaraciones

Pero qué poca cosa es CR7 para, tras perder, tras quedarse sin marcar en otro partido decisivo (“para eso lo contrato la Juve, para que resolviese estos partidos”, escribieron varios enviados especiales de los medios de comunicación italianos), caminar por la zona de declaraciones y, mientras se mostraba despreciativo con mis colegas, con los que no quiso hablar (claro, había perdido), levantar sus deditos al aire. Luego, por supuesto, que no se queje si lo consideran un auténtico (e innecesario) chulo, macarra, pues en el pecado lleva la penitencia. Es tan pobre, que solo tiene dinero.

Y, en ese partido, también me sobró aunque, repito, muchos de ustedes tal vez no estén de acuerdo conmigo, el gesto de testosterona del ‘Cholo’ Simeone, que se llevó las manos, ambas, a sus partes, demostrando que él y, por supuesto, su equipo (yo diría casi plantilla), demostraron ante la ‘Vecchia Signora’ y, no solo eso, sino en cada partido que juega.

Es, insisto, un gesto que le salió del alma, de sus partes, y que demuestran el gran coraje que el ‘Cholo’ le pidió a los suyos. Pero, insisto, para mí, innecesario, le sobra. Como, y perdón también, creo que le sobra esa actuación, casi circense, cuando se pone a pedirle a la grada que anime. Alguien que confía ciegamente en la categoría de su equipo (el Atlético tiene, no nos olvidemos, una plantilla extraordinaria, cierto, obra del ‘Cholo’, de ahí que sus gestos sean más innecesarios) no debe actuar así porque sabe que, al final, acabará imponiéndose por su categoría. Cuando pide desesperado la ayuda del público, parece que dude. Y no, no duda, sabe que, como poco, ganará por huevos.

sequía

Y, finalmente, déjenme que, olvidándome de la sequía goleadora de Luis Suárez, que estoy seguro romperá hoy, en el Sánchez Pizjuan, ante el Sevilla (“no queda otra, Luis perseverará y yo seguiré teniendo paciencia”, dijo ayer Ernesto Valverde), les hablé de esas declaraciones de Julen Lopetegui, exseleccionador, exentrenador del Real Madrid, acaba de realizar reconociendo que Florentino Pérez ni siquiera se digno despedirle o decirle “lo siento, ya sabes cómo es el fútbol, no tengo más remedio que cesarte”.

Lo digo porque para todos, madridistas y no madridistas, el espectáculo que protagonizó, 48 horas antes de que España debutase en el Mundial de Rusia, el presidente del Real Madrid, el ‘ser superior’, fue una auténtica vergüenza. Y aquel día, el día de la presentación de Lopetegui (“lo siento, hubiésemos querido presentar a nuestro nuevo técnico después de que hubiera conquistado una nueva Copa del Mundo para España”, llegó a decir ‘Flo’), Florentino, que empezó su discurso con un caballeroso y señorial “Rosa, Maria, Daniel, Jon…”, dirigido a la esposa e hijos de Lopetegui, le recordó que era blanco de toda la vida y que volvía a casa.

Pero, luego, tal y como fue, Florentino, que nunca hace prisioneros, lo mandó despedir. Y no le envió al motorista, como hacía el general Franco al cesar a un ministro, pero sí le envió a su poderoso director general, José Ángel Sánchez, que, posiblemente, ya tenía el finiquito encima de su mesa.

Otro gesto innecesario. Feo. Bajo. Mediocre siendo el presidente, dice, del club más señorial del mundo. Dice.