Pues no, no se podía perder

Neymar, ante un jugador del Málaga

Neymar, ante un jugador del Málaga / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Una cosa es la gente del fútbol y otra, muy distinta, el resto de los humanos. Una cosa es vivir metido en el fútbol, es decir, ser profesional del fútbol, entrenar, jugar, qué se yo, ser masajista, utillero, analista, preparador físico… vivir del fútbol, en el fútbol, para el fútbol, que el fútbol, más que el juego, más que la estrategia, sea tu profesión, tu modo de vida, lo hayas vivido y mamado desde pequeño, porque decidieras ser futbolista o, al final, el camino de tu vida te haya llevado hasta ahí y, otra cosa distinta, muy diferente, mucho, que te guste el fútbol, que seas observador, que seas, incluso, periodista de deportes y hasta especialista, que te relaciones con ellos, que trates de aprender de todos ellos, que te guste charlar de ello y hasta estudiar, de vez en cuando, con alguien que te ayude a interpretar todo lo que ocurre.   

 No, no, no tiene nada que ver cómo son, qué piensan, cómo viven y cómo lo vive la gente del fútbol del resto del mundo. Los demás, digámoslo ya, de forma directa, rápida, en el segundo párrafo de este texto, no comprendemos, no entendemos, no comulgamos, con lo que ocurrió, el pasado sábado, en Málaga. No hay nadie, nadie, de nosotros (e, insisto, no hablo de la gente del fútbol, de los que viven por, para y con el fútbol) que pueda entender que el Barça (¿hablo de los cientos de millones de presupuesto? ¿hablo de sus estrellas? ¿hablo de su posición en la tabla? ¿hablo de sus diez o veinte últimos años?) pierda un partido ante un equipo, que se estaba jugando salvarse o driblar el descenso.        

En serio, sé que los pocos, poquísimos de ellos que nos leen (que me leen) pensarán eso, que no tengo ni idea, que me creo (como otros muchos que no son ‘gente del fútbol’) que los partidos se ganan con una mano, que un equipo rico, puntero, candidato no puede perder esos partidos y que debería de aprender de la historia, de todas las historias (incluida la del Real Madrid, pensarán también ellos) que demuestran que ese partido de Málaga se puede perder.                

Pues no, lo siento, seré muy idiota y muy inculto, futbolísticamente hablando, pero creo, lo siento, que ese encuentro no se puede perder. Que se pueden perder otros, que hay que perder otros e, incluso, por supuesto, cómo no, ¡claro que sí!, que el mismísimo Atlético de Madrid te puede empatar en el Santiago Bernabéu, a falta de diez minutos y fastidiarte la Liga. Eso sí puede pasar, señores del vestuario del Barça, eso sí puede pasar. Pero perder en La Rosaleda ante un Málaga que no tiene un solo jugador que recuerde (con perdón para ellos), no puede ocurrirle a un Barça milmillonario, que aspira a todo, que salta al campo sabiendo que si gana es líder, mete presión (y miedo, y miedo, mucho miedo) al Real Madrid y, sin embargo, falla. No solo fallan, perdónenme, no solo falla sino que no tiene posibilidad alguna de ganar el partido, que es más grave, mucho más grave. Eso pasó el sábado. Eso vivieron los culés. Y por eso la ‘gent blaugrana’, lo siento, piensa que su equipo tiró la Liga. Porque era el día, la tarde, el lugar y el partido para dar un puñetazo en la mesa. Pero no ocurrió, no. Y puede que en sus cálculos entrase algo así; en los nuestros, no. Lo siento. O no.