Propuesta de transición: elecciones ya, despidos, Messi con niños y García Pimienta

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Ernest Folch

Ernest Folch

No habrá forma de escapar del 2 a 8. En un club que todo lo engrandece hasta lo superlativo, estos dos números juntos van a convertirse en una bomba múltiple y devastadora, que se llevará por delante inevitablemente a todos los afectados, cada uno en diferentes fases. 

ELECCIONES, PERO YA. Es tan iluso pensar que alguien se va a salvar de la quema como pretender que todo el mundo tiene la misma cota de responsabilidad. Que sean todos culpables no quiere decir que sean todos igual de culpables. Y la máxima culpa, en el Barça o en la escalera de vecinos, es por pura lógica de quien ostenta el poder, es decir, Bartomeu y su junta. El fiasco del 2 a 8 es el agujero negro donde han convergido todos los fracasos acumulados: el menosprecio de la cantera, el desastre en la planificación deportiva (ejemplificada en la catastrófica marcha de Neymar y su todavía más catastrófico intento de ser sustituido por Coutinho, Dembélé y Griezmann tras 500 millones de inversión), la falta absoluta de criterio en el banquillo (el vodevil del no fichaje de Xavi, cese de Valverde y fichaje de Setién) y las diferentes crisis institucionales (desde el vergonzante ‘Barçagate’ a las dimisiones en cadena de la directiva), confluyeron en Lisboa en el peor partido de la historia del Barça. Básicamente lo que ha hecho Bartomeu es hacer oídos sordos a los mensajes que le envió el equipo, una vez al año, siempre en Champions y siempre en cuartos de final, en París, Turín, Roma y Liverpool. La revolución fue siempre aplazada hasta que el edificio se ha derrumbado solo, y de golpe. La primera solución, la imprescindible, son elecciones, lo antes posible. Se filtran ya extrañas demoras, y se empieza sugerir la fecha de marzo, pero al socio blaugrana le costará mucho entender por qué hay que dilatar en el tiempo lo que debe hacerse ya, sin tiempo que perder. Cierto, en tiempos de coronavirus una convocatoria electoral que mueve a 140.000 personas difícilmente puede ser a un mes vista, pero en cambio parece sensato hacerlas en noviembre o diciembre. 

De Bartomeu y su junta cuelgan los ejecutivos y la secretaría técnica, que ha visto como en los últimos años pasaban por ella un vaivén de responsables, sin un mando claro y escasa ideología. De todo este desconcierto colosal, que ha provocado un sinfín de fichajes improvisados e inexplicables (incluyendo la absurda inversión en una treintena de jugadores del filial) es también una de las causas de la tragedia actual.

ADIÓS A LAS VACAS SAGRADAS

En la jerarquía de responsabilidades, los jugadores son los siguientes. Han sido una generación maravillosa, pero no han sabido o no han querido gestionar su propia decadencia. Cierto, los fichajes que tenían que darles el relevo han sido un desastre y nadie puede negar que tenían razón cuando, por ejemplo, querían a Neymar mucho antes que a Griezmann. Pero han preferido jugar y bloquear a otros antes que admitir su declive. Ahora llega inevitablemente la hora de los despidos. El vestuario también necesita ‘foc nou’, una limpieza a fondo. El club no tiene dinero para fichar, al menos que reparta la carta de libertad después de agradecer los servicios prestados a la inmensa mayoría de vacas sagradas. En estos momentos, excepto Messi, todos están señalados. Leo también ha estado muy por debajo de su nivel, pero incluso en su condición de extrema soledad, ha sido el único que ha creado peligro. Por eso el único modelo para la transición que viene es Messi rodeado de niños: Riqui, Ansu, Pedri, Trincao, Monchu, Aleñá, Ilaix y lo que surja.

GARCÍA PIMIENTA SÍ, POCHETTINO NO

El último responsable es Setién, incapaz de defender en el campo las ideas que pregonaba en la rueda de prensa, pero al fin y al cabo solo ha sido el último invitado en este ‘Titanic’ en el que como máximo ha sido culpable de empeorar en vez de mitigar los defectos ya existentes. En las horas posteriores a la debacle sonó Pocchettino, un buen entrenador, pero que nada tiene que ver con el estilo del Barça. Antes de cometer el enésimo error, una solución sensata podría ser la de García Pimienta, que conoce la casa, se lo ha ganado y apuesta sin complejos por los jugadores jóvenes.

El Barça debe gestionar ahora una dura transición en medio del desierto, hasta la llegada de la nueva junta. Un buen plan para no hacer más grande la herida sería este: convocatoria de elecciones lo más pronto posible, García Pimienta en el banquillo, despidos en masa a las vacas sagradas de la plantilla, zero fichajes, y construir una plantilla joven y de talento alrededor de Messi a la espera de un nuevo proyecto. 

Quizás así habrá esperanzas de convertir la debacle en una oportunidad. El barcelonismo perdonaría no ganar nada a corto plazo a cambio de construir algo, por fin, de cara al futuro.