El problema de Dembélé no se llama 'prensa': se llama Dembelé

Dembélé, en el punto de mira

Dembélé, en el punto de mira / Valentí Enrich

Ernest Folch

Ernest Folch

Malas noticias para los que teorizaban que la situación de Dembélé es culpa de los periodistas. Ayer Luis Suárez envió una dura advertencia al francés con unas palabras muy claras: “debería concentrarse principalmente en el fútbol, e inspirarse en los ejemplos de profesionalidad que hay en el vestuario del Barça.”

Y añadió: “debe ser más responsable en algunos aspectos”. Para suavizar su ‘toque’, dijo que la adaptación de Dembélé era buena y que se le ve “siempre feliz”. No es nada casual que un peso pesado como Suárez envíe este mensaje, que descodificado en clave de vestuario es un dardo directo, muy contundente y con escasos precedentes: es totalmente excepcional que un líder de la plantilla deslice ni siquiera un comentario negativo sobre algún otro futbolista del equipo.

Las declaraciones del uruguayo confirman la información que ya avanzó SPORT hace unos días en un confidencial, en el que explicábamos que quien más harto estaba del francés eran justamente sus compañeros. Y es que lo que no quiere ningún grupo bajo ningún concepto es que uno de sus miembros amenace su estabilidad y su imagen.

Tampoco ha sido bien recibido que el cariño con el que el francés fue acogido no haya sido correspondido, ni tampoco su creciente aislamiento, que debe romper de una vez si es que quiere realmente superar esta situación adversa. Lo que está claro es que el ‘caso Dembélé’ ya no es un problema ventilado en confidenciales sino un asunto público que se debate por tierra, mar y aire, con micrófonos delante y desde el propio vestuario. No se sabe muy bien ahora qué dirán los que argumentaban que las noticias sobre Dembélé eran una conspiración de la prensa para perjudicar al jugador francés y ponerle en el mercado.

En realidad todo es mucho más sencillo. El problema de Dembélé no es ni la prensa ni el club ni sus compañeros. El problema de Dembélé se llama Dembélé. Es él quien tiene que decidir si quiere ser un día el mejor jugador del mundo o simplemente un comparsa de un equipo de segunda fila.