El principito

Leo tiene una predilección especial por el joven Ansu

Leo tiene una predilección especial por el joven Ansu / Valenti Enrich

Carme Barceló

Carme Barceló

El rey. El dios. El mejor. El único. El irrepetible. Aún con los últimos fulgores del evento de la Scala de Milan, con ese Messi de nuevo reconocido y encumbrado donde merece, bajamos a la arena y nos damos de bruces con la realidad. El Camp Nou acogió a su Barça entre la fiesta del día y el estómago encogido. La poca fiabilidad del equipo unida al pesimismo histórico del aficionado generó en la previa un gran estado de inquietud. Si los primeros veinte minutos elevaron la moral de la tropa con los goles de Griezmann (al que Messi le colocó el balón de forma magistral) y Arthur, la lesión de Leo quebró el partido y, como reconoció Valverde, el equipo se desconectó. Desde ese momento, el ‘ay’ en el corazón y el desasosiego que provocaba un Barça plano y tristón. Los premios individuales no le inyectaron ‘vidilla’ ni le hicieron reaccionar y seguimos en un estado de cierta anemia emocional y deportiva a la que, por desgracia, nos estamos acostumbrando.

En plena languidez, un chaval de casi 17 años nos saca los colores. No hay entrenador o jugador rival que, desde que debutó Ansu Fati, no reconozca que estamos ante un jugador distinto, dotado de unas cualidades poco habituales y que se tutea con los reyes de este mambo. Es el principito. Es el niño/adolescente que aún llama a su madre cuando acaba de entrenar. Es, como el protagonista de la obra de Antoine Saint-Exupéry, mágico. “Lo hermoso del desierto es que en cualquier parte esconde un pozo”, dice el pequeño príncipe. No quiero con ello afirmar que el Barça sea un solar, pero valga la frase para describir el estado anímico de una afición que empieza a sentir que algo se acaba pero que ve en la figura de Ansu Fati la gran esperanza. Y la ilusión.

Saltó al césped y le dio la vuelta a todo. Protagonizó una jugada de babero con De Jong, provocó jugadas de peligro y sacó de sus casillas a un veterano Raúl Albiol al que, en quince minutos, acabó de agotar. De este pozo manará mucha agua. Al tiempo.