La primera piedra de Laporta

Joan Laporta sentado en su asiento en el Camp Nou

Joan Laporta sentado en su asiento en el Camp Nou / JAVI FERRÁNDIZ

Joan Vehils

Joan Vehils

Hoy se vivirá en el Camp Nou una de las noches más emotivas desde la inauguración del estadio en 1957. La primera vez que uno experimenta, vive o disfruta de algo nuevo nunca lo olvida. Sin embargo, las despedidas siempre tienen un punto de nostalgia y tristeza.

Si a la salida inesperada de Messi y el adiós voluntario de Piqué, sumamos el fin de Busquets y Alba, y el cierre provisional del Camp Nou, está claro que estamos ante un cambio de ciclo total y una noche especial.

Se cierra una etapa con unos futbolistas excepcionales al mismo tiempo que se ha iniciado la era Xavi con la consecución de la primera Liga. Laporta, en su segunda temporada, ha logrado confeccionar un equipo capaz de arrasar en España, pero que no le da para competir contra los grandes de Europa. Así que el reto del presidente es reforzar con acierto la plantilla para situarse otra vez entre los grandes.

Si Laporta tuviera a su disposición la misma tesorería que el PSG o el City, nadie dudaría que el Barça volvería a estar donde esperan los culés. Ya lo demostró en su primera etapa y, ahora, en poco tiempo, ha devuelto cierta ilusión al barcelonismo. El problema es que a la preocupante situación económica del club se une el traslado provisional a Montjuic y la reconstrucción del estadio. Hoy despediremos con tristeza el Camp Nou con la incertidumbre de saber el día que volveremos.

Mañana, el presidente, acompañado del entrenador, los capitanes y los patrocinadores colocarán la primera piedra del nuevo Camp Nou. O sea, que a partir de ahora a Laporta se le juzgará por los resultados deportivos y económicos, pero también por el cumplimiento de los plazos de las obras.

No hay duda que hoy viviremos una noche especial repleta de emociones y despedidas. Eso sí, a partir de mañana empieza el verdadero reto de Laporta. Mejorar el equipo, ganar títulos, superar la crisis financiera y que las obras avancen sin problemas. Todo eso sin un euro en el bolsillo y sin que nada puede fallar para evitar que el círculo virtuoso se atasque y salte todo por los aires. En fin, crucemos los dedos.