Pretérito perfecto

Messi, muy cerca de abandonar el FC Barcelona

Messi, muy cerca de abandonar el FC Barcelona / AFP

Carme Barceló

Carme Barceló

Todavía resuena el impacto. En las oficinas de Arístides Maillol y en las entrañas del barcelonismo. Ni el madridista más acérrimo hubiera escrito un guión similar. Veinticuatro horas después del estallido de la bomba aún estamos recogiendo los pedacitos de muchos corazones rotos. Asumir que Messi prácticamente forma parte del pasado es adentrarnos en un territorio para el que muchos no estaban preparados. Ni a nivel social, ni deportivo, ni institucional ni, con las características de la petición de salida, económico.

Escribir el paso del mejor jugador del mundo y del Barça en pretérito debía ser perfecto. Y, por el momento, no lo es. El final del Messi como profesional azulgrana debía ser tan modélico como su carrera. Leo ha manifestado en numerosas ocasiones su ilusión por finalizarla en el club en el que ha crecido y se ha multiplicado. Pero... Ese condicional lo utilizaba ya en los últimos años, del mismo modo que tanteó el terreno para irse en un par de ocasiones. Reculó y esperó que aquel presente incierto se convirtiera en un futuro prometedor gracias a unos fichajes y un proyecto deportivo que se le antojaban imprescindibles.

El “nos nos llega para ganar la Champions” y otras afirmaciones similares eran algo más que un aviso: su salida estaba cada vez más cerca. Más allá de sus diferencias con la actual directiva y de los errores cometidos por ésta, la forma elegida por Messi para decir adiós de la que es su casa no es de recibo. Media vida juntos, todo lo que significa el argentino y lo que le ha dado al barcelonismo, no puede terminar con un burofax y en los tribunales.

Táchenme de ingenua, pero yo creía que su carrera acabaría en el Barça. Me parecía el desenlace ideal de una historia que no tuvo más colores que el azul y el grana. Que entre todos se encargarían de escribirla en pretérito perfecto. Utilicen el verbo. Hablen y lleguen a un acuerdo en presente para que no escueza el futuro y, sobre todo, nos quede bonito el pasado en los libros de historia.