Por qué Suárez se va del Barça

Luis Suárez vive sus últimas horas como jugador del Barça

Luis Suárez vive sus últimas horas como jugador del Barça / FCB

Ernest Folch

Ernest Folch

Desengañémonos: el ciclo de Luis Suárez en el Barça se había terminado, por razones deportivas, biológicas y, sobre todo, simbólicas. Porque Suárez se había convertido en el chivo expiatorio de todos los males del Barça, algunos muy reales, otros inventados, y como tal, era ya, muchas veces de manera injusta y rozando la falta de respeto, el símbolo de la decadencia deportiva que culminó en el vergonzante 2-8. Sí, alguien tenía que ser la cabeza de turco de las últimas hecatombes, y a Suárez le condenó esta estadística tan real como malevolamente repetida que decía que no marcaba en Europa fuera de casa desde hacía tres temporadas.

La conclusión simplista a la que llegaron algunos es que de haber marcado Suárez en Turín, Roma o Liverpool el Barça habría pasado la eliminatoria, pero la verdad, que también sabemos todos, es que si el equipo se estrelló reiteradamente y cada vez con más estruendo en la Champions fue esencialmente porque la planificación deportiva, primero incapaz de prever la marca de Neymar, más tarde incapaz de sustituirle y finalmente incapaz de reficharlo, fue un desastre y degradó progresivamente la capacidad competitiva del equipo.

Suárez tuvo por supuesto su parte proporcional de culpabilidad en las hecatombes, como la tuvo en los catorce títulos que ha ganado estos años, pero si empezaron a dispararle es porque a partir de un cierto momento, y cuando ya se veía venir el colapso, interesó poner el foco sobre los jugadores y sobre su presunto poder, que paradójicamente cuando fue publicitado es cuando ya lo habían empezado a perder: este núcleo duro del vestuario no tuvo el entrenador que quería (se fichó a Setién tras el ‘no’ de Xavi), le despidieron con el que se llevaba bien, no le ficharon a Neymar, le trajeron a Griezmann en contra de su opinión y no tuvo por supuesto nada que ver con el amplio catálogo de fichajes disparatados estilo Boateng.

Es decir, desengañémonos otra vez: el ‘pim pam pum’ contra Suárez fue en realidad una manera de protegerse de al menos una parte de la directiva y, en su versión ‘gore’, fue la forma mal disimulada que algunos encontraron de debilitar a Messi sin mancharse las manos. Dicho todo esto, está bien, de acuerdo: había llegado el momento del adiós porque hay un argumento que, este sí, es honesto, irrebatible e impepinable: los equipos deben renovarse sin atender a romanticismos.

Lo que sucede es que las prisas por echar a Suárez han sido tan groseras que el resultado es que ha terminado siendo regalado (el variable arrancado a última hora es solo maquillaje), y además a un rival directo (por cierto, los dos mismos argumentos que sirvieron para bloquear la venta de Messi al City). Queda un último asunto nada menor: que el tercer goleador de la historia del Barça se vaya al menos con todos los honores. ¿Sería mucho pedir que los que llevan meses disparándole tengan al menos la delicadeza de enfundar las pistolas en su último día y le respeten su derecho, ganado en el campo, de irse por la puerta grande? Gracias por todo, uruguasho