Por mucho que se conjuren los necios

motor

motor / sport

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

El GP de Valencia no solo pone punto final a la temporada. El domingo se terminan muchas cosas. Pedrosa deja el Mundial, Lorenzo disputa su última carrera con Ducati, y Bautista cambiará los GP por las carreras de SBK. Aunque esté casi todo el pescado vendido, aún anda en juego el honor de ser el último ganador del año y, sobre todo, lo que puedan dar de sí las dos jornadas de test de la pretemporada, donde la semana próxima ya descubriremos algunas de las claves para ese 2019 que, como primera sorpresa, nos traerá la reinserción de Fenati.

La de Cheste será también la última carrera que transmita Movistar. Durante estos cinco años de transmisiones de pago, el nivel acreditado por el equipo capitaneado por Ernest Riveras, Izaskun Ruiz y Carles Pérez ha sido altísimo. Su trabajo, alentado sabiamente por Javier Grima hasta que un memo optó por bajarle del barco, y eficazmente apoyado por Dorna, tiene muchísimo mérito. Impecable, que diría aquel. No sólo por la calidad y profesionalidad que han demostrado, sino porque en innumerables ocasiones han tenido al enemigo en casa. Desgraciadamente, el proyecto que iniciaron con clarividencia Luis Velo y Sergio Gil en 2014 fue prostituido posteriormente por la mediocridad de quien, tras intentar subir a la red, no supo ser reconocido como periodista pese a contar con una excelsa predisposición genética y se ha tenido que conformar con saciar sus frustraciones con el placebo que le produce ser entrenador de un equipo de baloncesto de barrio. Nunca le gustó el motor, “ese show para pijos”, me dijo hace ya más de treinta años, en el Real Club de Polo. Sí, precisamente allí, y cuando empuñar una raqueta no estaba al alcance de todas las economías. Ya se ha cargado las motos, y no tardará en hacerlo con los coches. Felicidades por esa liberación. La destrucción, y no la creatividad, siempre fue el mejor premio para los aspirantes a diletante.

Una pena que su inquina personal, no contenta con pudrir la filosofía fundacional del canal de Fórmula 1, nos impida seguir disfrutando del excelente producto que estaba ofreciendo un equipo de profesionales que jamás gozó de su confianza y que tuvieron que remar demasiado a contracorriente.

Pero, más allá del espíritu justiciero que suele atribuirse a San Martín, estoy convencido de que no tardaremos en volver a vibrar con esas voces que tanto nos han hecho disfrutar con algo que sólo un estúpido no es capaz de valorar como lo que es: un deporte.