Popescu pudo fichar después de convencer al Tottenham

Popescu, a su llegada a Can Barça

Popescu, a su llegada a Can Barça / JOSEP MARIA AROLAS

Josep M. Minguella

Josep M. Minguella

Fichó la temporada 1995-96, la última de Johan Cruyff. Ya estábamos en el ocaso de la era del entrenador holandés. Tiempos complicados porque el Barça ponía fin a una etapa de ocho años en los que el holandés había dejado huella. Entre otras cosas por implantar un sistema de juego determinado, por ganar la primera Copa de Europa para la entidad y por encadenar cuatro Ligas, entre 1990 y 1994, lo nunca visto en Barcelona…

Hay que decir también que los dos últimos años de Cruyff en el banquillo habían sido muy movidos. Y tensionados. En cualquier caso, el equipo decayó y Johan optó por echar mano de la cantera ante la negativa del presidente Núñez a sacar el talonario. Pero la apuesta no funcionó, aunque permitió a muchos chavales reivindicarse, caso de los De la Peña, Velamazán, Moreno, Celades, Roger… Ya sin Cruyff, Núñez dio el equipo a Robson, que tuvo manga ancha para fichar. Llegaron entonces muchos jugadores: Vítor Baía, Couto, Amunike, Blanc, Giovanni, Pizzi, Ronaldo, Luis Enrique… Incluso Stoichkov, que regresó después de su aventura en el Parma. 

Total, que en el verano de 1995 se planteó el tema de Popescu. Fue complicado tratar con el propietario del Tottenham, un tipo muy duro que, de entrada, no quiso vender al jugador porque no tenía problemas de tesorería. El equipo era su juguete, un juguete que le gustaba mucho, del que estaba enamorado. Sin embargo, en esta operación influyó, y mucho, la voluntad del jugador.

Charla con el presidente

Popescu habló con el presidente y lo convenció para que abriera la puerta de la negociación. Le dijo que no podía dejar pasar esta gran oportunidad de fichar por el FC Barcelona, le dijo también que para un rumano significaba mucho llegar al Camp Nou… Que no podía decir “no” a un mito como Cruyff.  Logramos traer a Popescu y, además, por un precio relativamente barato. Creo recordar que la operación no superó los 500 millones de pesetas.

Popescu fue un jugador con mucha personalidad y presencia en el campo, un jugador, por otra parte, querido y respetado por la afición por su juego, siempre efectivo y solvente. Tanto fue así que al poco de llegar al vestuario ya lució el brazalete de capitán. Un tipo de jugador y persona que no se encuentra a menudo dentro del mundo del fútbol. Culto, educado, polivalente… de los que tienen su propio modus vivendi. De hecho, en su país se le conocía como ‘Baciul’ (pastor) por su capacidad de liderazgo.