Pongamos que hablo de(l) Madrid

Florentino Pérez está inmerso en un mar de dudas

Florentino Pérez está inmerso en un mar de dudas / EFE

Toni Frieros

Toni Frieros

El trovador de la voz rota, Joaquín Sabina, seguro que hubiera podido inspirarse en el sainete que se está viviendo en el Real Madrid estos días para poner letra y música a su inolvidable y maravillosa canción. Es verdad que las estrellas se han olvidado de salir en la capital del Reino y que más de uno, no solo los pájaros, debería ir al psiquiatra.

Quienes vivimos a este lado del puente aéreo, al menos un servidor, asistimos a un vodevil del que deberíamos tomar muy buena nota por estas tierras mediterráneas. Verán ustedes: hace pocos días, el presidente del FC Barcelon, Josep Maria Bartomeu, decidió retirar del orden del día la votación sobre la reforma del escudo del club en la última Asamblea de Compromisarios. Se alzaron en armas los insurrectos, algunos afilaron bien los lápices y el club se vio obligado a hacer un despliegue mediático para amansar a las fieras. El presidente Bartomeu, el portavoz Josep Vives y al vicepresidente Jordi Cardoner desfilaron por diferentes medios de comunicación para decir, básicamente, que no pasaba nada. Que si el problema eran tres letra (FCB), se dejaba todo como estaba... y sanseacabó. 

Mientras tanto, en Madrid, en el Real Madrid, noveno en la Liga, con Julen Lopetegui decapitado (futbolísticamente) y cayendo hostias como panes, aún se espera que su presidente, Florentino Pérez, comparezca públicamente, aunque sea en los medios públicos de su club, para dar la cara. Pero no. Ni él ni nadie. Porque en el Real Madrid, salvo su presidente, no hay nadie más. Butragueño, con todo el respeto del mundo, es un florero muy bien regado económicamente. Ni un atisbo de autocrítica. Sólo un comunicado de prensa soberbio y altivo que está en las antípodas de los famosos valores de los que siempre ha presumido la institución blanca. 

Es asombroso, y debe ser muy meritorio por otra parte, dada la dificultad, cómo un solo hombre, de carne y hueso (¿o es un ser superior?), ha logrado dominar cual César romano la que él dice es la mejor institución futbolística del planeta. Un hombre digno de analizar, porque Florentino Pérez  ha sido capaz de conquistar, aunque él no se vista de corto, cuatro de las últimas cinco Champions League y ver cómo su gran estrella, Cristiano Ronaldo, y su gran apuesta personal, Zinedine Zidane, le abandonaban justo cuando estaban todos saboreando la gloria.

Que el autoproclamado mejor jugador de la historia del Madrid, Cristiano Ronaldo, se marchara del Santiago Bernabéu por la puerta de atrás, demuestra que todas las exhibiciones de afecto y cariño eran puro teatro. ¿Se imaginan qué le hubiera tocado vivir a la junta directiva del Barça si es Leo Messi quien se va despotricando de su presidente?

Aun siendo tan semejantes en tantas cosas, Real Madrid y Barça son muy distintos. En sus genes y en el estómago también. Si el Barça hubiera acabado la temporada pasada a 18 puntos del Madrid en la Liga, les aseguro que Bartomeu y su junta, y Valverde, aún estarían dando vueltas en globo. Fíjense cómo somos a este lado del puente aéreo, que el Barça conquistó la séptima Liga en diez años, la cuarta Copa del Rey consecutiva y encima muchos culés se quejaron de la temporada porque… el Real Madrid había ganado la Champions League. Un título que, paradójicamente, en vez de servir para construir sobre él una era o un ciclo brillante, ha terminado sacando a relucir todas las miserias del Real Madrid: falta de proyecto, ausencia de política deportiva, desafección entre unos y otros y una demostración palmaria de que todo, absolutamente todo, pasa por su presidente. Allí no existe Asamblea que le tumbe un solo punto del día.