¿Podemos confiar en Griezmann?

El futuro de Antoine Griezmann empieza a desvelarse; se esfuman los colores rojiblancos de su camiseta

El futuro de Antoine Griezmann empieza a desvelarse; se esfuman los colores rojiblancos de su camiseta / EFE

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

Bueno, ya hay una cosa segura: Griezmann no jugará la próxima temporada en el Atlético. Y hay otra cosa probable: Griezmann jugará la próxima temporada en el Barça. Probable, pero no segura. Probable, porque los técnicos barcelonistas siguen creyendo que es un fichaje estratégico, delantero top que se adaptará de inmediato como un guante de seda a Messi y Suárez y luego será el relevo del uruguayo, cuando la condición física de éste empiece a menguar. Lo tienen claro, y más después del fiasco Coutinho, y aprietan a la directiva, que duda mucho más, dolida por el menosprecio que se llevó la temporada pasada y la considerable oposición de la afición, que no perdona cuando juegan con sus sentimientos. Aún así, acabaría primando la decisión deportiva y a Griezmann lo meterían con calzador en el vestuario blaugrana. 

Es probable que así suceda, pero no es seguro. Y no es seguro, por culpa de los antecedentes en la forma de actuar del jugador. Llegados a este punto, ¿se puede confiar en Griezmann? El francés ya ha hecho lo más difícil, decir adiós al Atlético y grabar un vídeo en el que ni siquiera le salió una sola lágrima de cocodrilo. A partir de ahí es el rey del mambo, en el sentido de que tiene un mes y medio para ir recibiendo y negociando ofertas al alza, muy al alza. Es cierto que ha hablado con el Barça, que ha querido coser lo que rompió hace un año y que ya sabe que en el Camp Nou no le pagarán los 22 millones limpios de polvo y paja que le sacó al Atlético como impuesto revolucionario para seguir de rojiblanco. Dicen, cuentan, que Griezmann aceptaría cobrar menos... Umm, no sé. De nuevo, probable, pero no seguro. Si es así y el Barça lo tiene claro, el jugador ya debería estar fichado, con un contrato firmado y depositado en una caja fuerte de una notaría de Barcelona a la espera de que llegue el 1 de julio. Así se hacen las cosas y no cómo se hicieron hace un año. Pero, claro, se hacen si las dos partes están de acuerdo y no hay una que se pasa de lista y juega a tres, cuatro, o cuantas bandas sean necesarias para llenarse los bolsillos. 

Ustedes me dirán que inmersos en este escenario de desconfianza, este fichaje no empieza bien. Y así es, lo del año pasado fue un  ejercicio de cara dura por parte del jugador que le impide entrar con buen pie en el Camp Nou. Utilizó al Barça para forrarse en el Atlético y ahora traiciona al Atlético, cuyos dirigentes sacan espuma por la boca cuando hablan de él. En definitiva, que sale mal del Atlético y no entrará bien en el Barça. Ahora bien, futbolísticamente sigue siendo un crack y una buena oportunidad de mercado. Y también creo que le irá bien al Barça, por su talento, por su versatilidad en el juego, por su ambición, que en el campo es bueno tener ambición. Otra cosa es el egoísmo y la vanidad. Eso que se oyó en el desgraciado documental de marras, ya saben, “si te quedas aquí siempre serás el número uno pero si vas al Barça allí siempre serás uno más”, es un insulto a Messi y una tarjeta de visita nada recomendable. Y luego, la pasta, sí, sí, la pasta. El PSG tiene toda la que haga falta y más. Y jugaría en París, junto a M’bappé y Neymar. Y esas cosas, ese glamour tonto, gustan a los que van de guapos por la vida. Esas son mis dudas, y las de ustedes, y las de la directiva del Barça. La cuestión es si se puede confiar en Griezmann. Veremos, pero si ha de venir, mejor que el contrato ya esté firmado y a buen resguardo en una caja fuerte. Si no, aún podríamos llevarnos una segunda bofetada.