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El primer encuentro y el hechizo

Pochettino

Pochettino, en una imagen de archivo / EFE

Guillem Balagué

Guillem Balagué

La primera impresión, las primeras palabras son las más importantes porque marcan el camino, sobre todo en el fútbol donde no hay tiempo para reflexiones calmadas. Casi todo es blanco y negro: este tío vale o no vale, este es tonto y este es listo. Cuentan que en el primer discurso de Claudio Ranieri ante su nueva plantilla, la del Chelsea, le pidió a Marcel Desailly que tradujera sus palabras porque su inglés era inexistente. El míster vino a decir que estaba ahí para cambiar dinámicas, pero también para echarles una mano, que su puerta estaba abierta para todos, blah blah blah, y que levantaba la copa del champagne que había traído para brindar por un futuro esperanzador. Desailly vino a decir a los suyos: haced como si os estuviera contando algo muy intenso, levantad la copa… y venga, chicos, a entrenar. Ranieri, con una sonrisa de oreja a oreja, malinterpretó las risas y así, como quien no quiere la cosa, perdió el vestuario desde el minuto uno.

Entre lo que se ha visto del aterrizaje de Mauricio Pochettino lo más llamativo fue el abrazo que Neymar le dio tras marcar su gol en el Trofeo de Campeones que ganó el PSG esta semana. Improvisado, inesperado. El nuevo cuerpo técnico parece que ha caído de pie. Como de costumbre, Pochettino ha hecho tres cosas indispensables, sobre todo teniendo en cuenta el nivel de los futbolistas que tienen: primero aprender dónde se está; segundo lanzar el mensaje de que se ha llegado para ayudar; y tercero, en lugar de enjuiciar y dejarse llevar por lo que se dice, descubrir y también seducir a los futbolistas.

Cuando se trata de Neymar, ese es un trabajo elaborado y lleno de pequeños detalles. Al inicio de su estancia en el PSG, Unai Emery le dijo, en una conversación de hora y pico, que no tenía a nadie que le dijera que no. Ese rol se lo apropió el entrenador y así se establecieron las bases de la relación. Tuchel se mostró distante (su pasión es el entreno y el partido, más que hechizar a sus jugadores) y el brasileño ha agradecido los brazos abiertos que ofrece Pochettino. 

Ganar ayuda, claro. El título conseguido esta semana, al margen de ser el primero de la carrera como entrenador de Pochettino, se celebró justamente por eso, pero casi más por el alivio por no haber perdido. Hubiera sido una derrota como esas que se producen cuando se aprende a ir en bici: se sabe que se superará pero provoca la duda y la risa humillante del amigo y del enemigo.