Pero ¿de qué planeta vinieron?

Márquez, en el Circuit de Barcelona

Márquez, en el Circuit de Barcelona / VALENTÍ ENRICH

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Después de casi un mes y medio sin entrenar como le hubiera gustado, sin apenas haberse subido a la moto por culpa de una de las lesiones más importantes de su trayectoria deportiva (fractura peroné izquierdo), Toni Bou volvió a ganar por decimocuarta vez (duodécima consecutiva…) el Trial de Italia, la primera carrera del campeonato mundial de este año. Catorce temporadas dominando una misma carrera son muchos años.

En el mismo escenario, Laia Sanz reaparecía con victoria ocho años después de haber cambiado la disciplina del trial por el enduro y los raids.

Son auténticos marcianos. Extraterrestres. Selenitas. Su reino -legítimo y merecido, este sí- no es de este mundo. No les ha llegado ni por real decreto ni por vía sanguínea. Entre los dos suman la brutalidad de ¡41 títulos mundiales! Una salvajada.

De vez en cuando el deporte nos regala ídolos de una dimensión de tal magnitud que asimilar su grandeza escapa a cualquier razonamiento humano presidido por la lógica: estos títulos de los dos trialeros; los 23 oros de Michael Phelps, las once grandes vueltas de Merckx, las seis Super Bowl de Brady, los 20 Grand Slam de Federer y Nadal… con los 13 Roland Garros del de Manacor; los otros tantos entorchados de Ángel Nieto, o los acumulados por Agostini o Rossi, por poner algunos ejemplos. Sin olvidarnos, por supuesto, de los ocho de Schumacher que podría igualar Hamilton este año.

Marc Márquez forma parte también por méritos propios de este club galáctico. Este fin de semana el octocampeón mundial corre en Sachsenring, donde ha ganado los ¡diez! últimos años, siete en MotoGP. Una pista que conoce más que los caminos de Cervera.

Los últimos días he hecho un curioso experimento. He jugado a provocar a los seguidores de Marc cuestionándoles si creían que iba a añadir otra victoria más en el trazado alemán a su florido palmarés. La unanimidad ha sido total. El ritmo acreditado en Le Mans bajo la lluvia, las maneras apuntadas en Mugello, pero sobretodo las vueltas inmaculadas que firmó en Montmeló, todo hasta que llegaron las caídas, son el combustible que alimenta la llama de quienes esperan/esperamos que el de Honda vuelva a recuperar las sensaciones de antaño cuanto antes.

La fe en su capacidad es tan grande, que mis interlocutores no tuvieron en cuenta en ningún momento que su moto no está aun para ganar (lo dice incluso Alberto Puig, que reconoce los problemas técnicos que tienen) ni que la forma de Márquez aun no es la necesaria para afrontar un circuito muy físico, con constantes cambios de dirección, donde la velocidad no cuenta tanto como en otros trazados, pero en el que se requiere unos brazos preparados para frenar contundentemente y mover la moto de una lado a otro con solidez y una confianza absoluta en el eje delantero de la moto que, por ahora, transmite más dudas que certezas.

Ojalá que Márquez gane otra vez en Sachsenring en plan Cid Campeador. La intensidad del mundial que estamos viviendo, incluso la que nos hizo vibrar el año pasado, nos demuestra que los ídolos globales son necesarios, pero no imprescindibles, para la emoción. ¿Se acuerdan de un tal Valentino Rossi, por cierto?

Pero que Marc vuelva a ganar es urgente. Para él, sobre todo. Pero también para sus seguidores, para la afición en general. Una victoria de Márquez en Sachsenring sería un regreso a la normalidad casi tan balsámico como el poder ir por la calle sin mascarilla.