Piqué y Llull

Piqué fue el mejor del partido ante el Valladolid

Piqué fue el mejor del partido ante el Valladolid / AFP

Xavi Torres

Xavi Torres

El Barça ganó el sábado al Valladolid con todo merecimiento. El mejor jugador rival fue su portero, Masip, y Ter Stegen apenas intervino. Sin embargo, el fútbol desplegado por los de Valverde fue tan pobre, tan espeso, tan aburrido, que el aficionado del Barça (en general) se marchó a casa preocupado. 

Y no solamente el seguidor culé. Todavía sobre el césped, aún sin haber pasado por la reflexión de la ducha, Piqué fue claro en sus conclusiones: “el martes hemos de ser mejores. Si no, lo pasaremos mal”. Y el martes ya ha llegado. Detectado el problema, buscó la solución. “Hay que encontrar otra vez la fluidez del juego (…). Y si no le damos rapidez a la pelota, si no tenemos más posesión, si no controlamos el juego y, a partir de ahí, creamos las ocasiones, pues nos convertimos en un equipo más débil”. Pues sí. Palabras textuales. De alguien que no es un cualquiera. De un futbolista que lo ha ganado todo bajo un método exclusivo y que ahora ve como, bajo el argumento de una supuesta evolución, el juego ha mutado hacia algo que hace mucho tiempo que cuesta reconocer y que, a pesar de los títulos que han llegado en este período, no augura un gran futuro.

Como sabe Piqué, el Barça debe mejorar porque, a diferencia de la historia de otros clubes, sus éxitos solamente han llegado desarrollando buen fútbol. Y él, como hijo de la institución que es, lo ha vivido. Y lo ha disfrutado. Y, también, lo ha sufrido. Y por mucho que algunos (casi) recién llegados traten de ocultar la evidencia con fichajes inverosímiles y maltrato a la MasIa, la realidad es la que es. Y por mucho que Messi hablara en agosto sobre sus deseos más húmedos -que son los de todo el barcelonismo- el club no puede vivir solo del 10. 

La autocrítica de Piqué no llega porque el Barça jugara un mal partido contra el Valladolid. Las sensaciones del futbolista van más allá. Y estaría bien que el colectivo -no solo del primer equipo sino, especialmente, del club- atendiera. A Piqué, como a muchos, se le hace difícil encontrar una mejor solución que ésta: volver a los orígenes de la evolución que, evidentemente, ha supuesto una involución en toda regla.

Y a todo esto, el Barça de baloncesto ganó anteayer la Copa, en Madrid, ante el Real, con polémica. Juan Carlos Sánchez, jefe de la sección; Pablo Laso, entrenador; y los santo y seña, Felipe Reyes y Rudy Fernández, montaron el número quejándose de los árbitros. Y mientras, Sergi Llull lamentaba haber perdido una diferencia de 17 puntos en el último cuarto. Pues eso. Querer crecer o querer distraer.