Opinión

Si Piqué fuera Benzema, paz y gloria

Piqué

Piqué durante una transmisión en Twitch / Twitter

Piqué, cuando era un niño, ya llevaba la voz cantante en los vestuarios de La Masia. Era un canterano extrovertido y travieso de la misma manera que ahora es un adulto extrovertido y travieso, aunque sus travesuras ahora traspasen las paredes de un vestuario e incluso las fronteras de varios estados. Él es así y lo compras o lo dejas, como ha dicho Xavi, que compartió con el horas y horas y días, semanas, meses y años bajo un mismo techo.

Asumiendo que no existe ni la más mínima duda de que haya actuado de forma ilegal, como gritan todos los altavoces que se han hecho eco de unos audios, estos sí, logrados de forma ilegal, el único debate que resiste las incontables horas dedicadas a las charlas privadas entre Rubi y Geri es el de la ética, la moralidad y un supuesto conflicto de intereses. Y claro, la ética y la moralidad van por barrios y son conceptos tan subjetivos que incluso una misma persona puede interpretar de forma opuesta un mismo hecho según la hora, el lugar o el interlocutor que tenga delante. De moralidad y ética, en el mundo del fútbol, mejor no hablar demasiado porque, como asegura el periodista Ramon Besa y el comunicador Tío Faja, “está todo podrido”. Tápense, defensores de la pulcritud y la higiene moral porque en este apartado quien esté libre de pecado que lance la primera piedra.

Aquí el problema es el de siempre: Gerard Piqué, al que desde mi posición no me atrevo a juzgar desde el punto de vista moral, juega en el Barça, es culé y, además, ha hecho un gran negocio logrando un contrato para la Real Federación Española y, de paso, también con los clubs que juegan la Supercopa, incluido el Real Madrid. De hecho, si Piqué jugara en el Real Madrid, toda esta polémica habría sido silenciada con un telefonazo desde la planta noble del Bernabéu. Ya ocurrió con los audios de Florentino Pérez en los que insultaba sin discriminar a nadie. Lo cierto es que tampoco daban más de sí. En cambio, más grave es el silencio con el que los medios afines al madridismo y, en general, los medios madrileños, silenciaron la condena a un año de prisión para Karim Benzema por ser cómplice en el intento de chantaje con un vídeo sexual a un compañero de selección. ¿Se explicó? Sí. ¿Se abrió un debate en todas y cada una de las tertulias alrededor de los valores, la ética, la moralidad o el conflicto de intereses de mantener en la plantilla del Real Madrid a un condenado por un hecho tan grave? La respuesta es el silencio. Gerard Piqué no es ningún santo ni pretende serlo. Se busca la vida en un mundo podrido en el que mandan los más vivos y quienes tienen mejores contactos. El resto, pura hipocresía e intereses cruzados.