Esto es una pesadilla insoportable

Ronald Koeman, durante el partido entre el Benfica y el Barça

Ronald Koeman, durante el partido entre el Benfica y el Barça / Javi Ferrándiz

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

Esto es una pesadilla. Un auténtico drama futbolístico. Una agonía insoportable. El Barça es un equipo sin rumbo, triste, débil, sin ataque y sin defensa. Un equipo hundido, incapaz de competir. Irreconocible. Y, lo que es peor, irrecuperable. Un Barça que necesita, inmediatamente, un golpe de timón. Un cambio radical. Que, sin duda, debe empezar por el banquillo. Pero que debe continuar en el vestuario. Hay futbolistas que ya no merecen vestir de blaugrana. Que no están ni para ser suplentes. La única solución es aceptar, definitivamente, que esta será una temporada de transición y apostar, descaradamente, por una revolución. Dar paso a todos los jóvenes y que jueguen a lo que saben. Sin importar el resultado. Koeman no es el único culpable de la situación. Por supuesto. Pero no puede seguir ni un minuto más como entrenador. Porque no será capaz de revertir la situación. Porque no será el revulsivo que se necesita. Porque ya no tiene credibilidad. Laporta tiene que actuar hoy mismo. Si no quiere que el ridículo sea aún mayor. 

En un campo maldito y ante un rival en racha, el Barça tenía la obligación de lograr su primera victoria en la Champions. El estadio Da Luz de Lisboa fue el escenario de la mayor humillación jamás vivida por el club blaugrana en Europa. El 2-8 ante el Bayern del 14 de agosto del 2020 significó el certificado de defunción de un equipo y de un presidente. El fin de una era. Y el derrumbe futbolístico, económico e institucional. Un año después, el Barça regresaba al escenario de esa terrorífica pesadilla con un nuevo proyecto cuyo inicio tambaleante exigía un resultado positivo. Las dudas generadas por Koeman (y alimentadas por las exigencias deportivas e ideológicas de Laporta) debían amortiguarse con una victoria frente a un Benfica en estado de gracia. Los brotes verdes vislumbrados el pasado domingo ante el Levante (con el regreso triunfal de Ansu Fati) necesitaban refrendarse en la competición continental. 

Y de la ilusión se pasó al desconcierto al conocer la alineación perpetrada por el técnico holandés: volvía el 3-5-2 y se olvidaba de Mingueza, Gavi y Nico. Y lo hizo solo unas horas después de unas nuevas declaraciones de Laporta en las que insistía en que el estilo de juego era irrenunciable y que La Masia era el camino. Koeman sabía que su arriesgada apuesta podía costarle la cabeza si salía mal... Y salió mal. Fatal. Esto ya no tiene remedio.