Opinión
Paguen la entrada y llévense el babero

Raphinha y Lamine firmaron un partido absolutamente estelar ante el Benfica / Javi Ferrándiz / SPO
El añorado Camp Nou duele ahora un poco menos. Porque al barcelonismo no le cuesta tanto subir la montaña gracias a un primer equipo masculino que le regala excelentes actuaciones día sí, día también. Ayer bajaba el pueblo culer feliz de Montjuïc, recordando cada una de las jugadas estelares que tuvo el privilegio de presenciar en directo. No hubo humedad ni frío que mermara la felicidad de una afición que necesitaba, ya no sólo ídolos, sino actuaciones corales que les permitieran renovar el orgullo por sus colores.
Paguen la entrada y llévense el babero. Lo van a necesitar. Y si, tras el 3-1 que solventó la eliminatoria y colocó al Barça con poderío en los cuartos de final de la Champions, escucharon a Raphinha decir que “somos candidatos a ganarlo todo”, hagan acopio de pecheros. Las mercerías y tiendas infantiles de toda la vida se lo agradeceran.
Pedri volvio a ganar el MVP y a regalarnos una auténtica exhibición. Y lo volvió a repartir entre los compañeros a los que consideró tan buenos como él. Asistimos a la mejor versión de este centrocampista único, algo que que se repite en jugadores como Balde, Iñigo Martínez, Raphinha y otros tantos. El mérito es suyo y de un equipo técnico, con Hansi Flick al frente, que está haciendo las cosas increiblemente bien.
Capítulo aparte merece Lamine Yamal, que no me canso de recordar que sólo tiene diecisiete años y parece que lleve diez en el primer equipo. Es un futbolista extraordinario, en el más amplio sentido de la palabra. Es el jugador más joven de la historia en marcar y asistir en un partido de Champions. Lleva dieciocho asistencias esta temporada. Y, números al margen, enamora. Engancha. Te revuelve en el asiento. Te obliga a secarte las babas una y otra vez. Es insultantemente bueno.
Resolvió el equipo de Flick en quince minutos. La segunda mitad, muy madura, confirmó lo conseguido en los primeros cuarenta y cinco minutos. Este Barça está fino, tiene hambre, se lo pasa bien en el campo, ha cambiado su mentalidad y ha ganado muchísimo en confianza. Si el mago es Pedri, el lustre de la varita lo saca el técnico alemán. Cuando salió Iñigo Martínez del terreno de juego lo abrazó como a un hermano.
Días duros ha pasado este vestuario y ahí ha estado el entrenador, liderando el duelo y consolando a nivel particular a algunos de los jugadores más jóvenes, sobrepasados las primeras horas tras conocerse el fallecimiento del Dr. Carles Miñarro.
Saltaron todos al césped con el compromiso profesional de vencer y el emocional de dedicarle la victoria y la clasificación al galeno que tanto apreciaban. Una plantilla que, cada día que pasa, sabe sobreponerse mejor a la adversidad llegue de donde llegue. No es un Barça perfecto, claro que no, pero arrasa en efectividad y ofrece un fútbol moderno y de calidad. Desgastó al Benfica, que en el minuto 60 ya había tirado la toalla y, muy inteligentemente, enfrió el partido. Lo único. Porque hacía mucho tiempo que no sentíamos tanto calor en la grada.
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