El padre de Neymar también marea en MotoGP

Lorenzo reaparece este fin de semana tras un serial distinto al final de Zarco en KTM

Jorge Lorenzo

Jorge Lorenzo no se adapta a la Honda / AFP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Felizmente con el GP de este fin de semana Jorge Lorenzo vuelve a la acción. Y aunque no lo está teniendo nada fácil, es de esperar que en plena forma tras haber vivido casi en directo a través de Instagram su proceso de recuperación.

Sus cuitas entorno al contrato que le vincula con Honda, las aproximaciones que hubo con Ducati  -dicen que desde la marca italiana- han sido, más que una serpiente de verano, una culebra de las gordas; o sea, un culebrón. 

Tengo la sensación que alguien ha manipulado excesivamente a quienes podían dar resonancia a una historia que he escuchado con filtros y sordina por lo desafinada que sonaba. 

Lorenzo es un grandísimo piloto, y buena gente, mucho mejor de lo que a veces transmite esa imagen de “bad boy” que cultiva afanosamente. 

A alguien con su palmarés hay que tenerle siempre un gran respeto, pero contrasta bastante el mercadeo que han intentado con su futuro con la forma con que Johann Zarco ha zanjado su vinculación con KTM. El francés siempre fue un piloto particular, sobretodo en la forma de llevar sus asuntos más allá del asfalto. Ni cuando ha buscado asesoramiento externo lo ha hecho de forma convencional. Su relación con Jean Michel Bayle –que también fue alguien muy especial como piloto, tanto en el moto-cross como en la velocidad- lo corrobora. El francés podía haberse quedado un año más a la sombra de la marca austríaca, libando de la ubre de un contrato estéril. Pero se irá. Optando por un camino complicado y, sobretodo, honesto e independiente, más ahora que prácticamente todas la plazas de la parrilla del 2020 ya están adjudicadas. Una vía que él, y sólo él, ha escogido con esa libertad que supone la ausencia de vividores a su alrededor.

El deporte en general suele estar lleno de personajes que pululan alrededor de los grandes astros para, teóricamente, hacerles la vida más fácil. Pero la historia está llena –ustedes lo saben- de ejemplos que nos dicen que no siempre es así.

Si Neymar, sin ir más lejos, no tuviera alguien tan tóxico como su padre distorsionando sus relaciones profesionales, tal vez a día de hoy el brasileño ya estaría luciendo la zamarra blaugrana de nuevo, y el hastío de este estío formaría parte del pasado.

Podríamos ilustrar este comentario con algunos ejemplos de la influencia paterna en el mundo del motor. Lo que aportan Carlos Sainz Sr. o Julià Màrquez a sus hijos  no tiene nada que ver con lo que han hecho, y siguen haciendo, determinados “papá Neymar” en las carreras. Desgraciadamente, esto está demasiado lleno de gurús y de creadores de “métodos” de dudosa eficacia para fabricar campeones. Mejor les hubiera ido si en lugar de “inventar” tanto, o de prodigarse mediáticamente con un afán de protagonismo que no les corresponde, se hubieran dedicado a trabajar y no delegar en el talento de sus hijos el sustento de su futuro. Tal vez así hubieran triunfado en lo que jamás consiguieron: crear una familia estructurada, un concepto que algunos jamás entendieron si no es para asociarlo a la definición mafiosa de la palabra.