Otra humillación que obliga a tomar medidas

El Barça fue humillado por el Bayern en la Champions

El Barça fue humillado por el Bayern en la Champions / sport

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

El Barça cerró anoche una pésima temporada. Una de las peores de su historia reciente. Un curso en blanco. Sin Copa. Sin Liga. Y sin Champions. Ya habrá tiempo para analizar las causas del fracaso, pero las culpas hay que repartirlas entre una directiva incapaz de regenerar el proyecto deportivo, un entrenador (o, mejor dicho, entrenadores, porque Quique Setién llegó en enero) sin valentía para afrontar los cambios que necesitaba el equipo y una plantilla acomodada y con demasiado poder a la que hay que imponer una revolución absoluta.

En los próximos días, Bartomeu (que no tiene ninguna intención de dimitir), deberá tomar decisiones trascendentales para el futuro inmediato del Barça. La primera (y más fácil) será cambiar otra vez de entrenador. Setién no puede seguir ni un día más porque no tiene ni jerarquía ni ánimo para enderezar el rumbo de la nave tras el naufragio. Pero echar al técnico no debería ser la única medida. Porque el Barça está agonizando. En un fin de ciclo irreversible. Y la cirugía debe ser absoluta...

Pero centrémonos, de momento, en lo que sucedió ayer en Lisboa. El Barça sufrió un nuevo descalabro en Europa. Tras las humillaciones de Roma y Liverpool llegó el repaso histórico del Bayern. Para vergüenza de todos los culés. Los alemanes pasaron por encima del equipo blaugrana como una auténtica apisonadora sin opción a réplica. En la primera parte, el conjunto de Flick fue un ciclón y el Barça una caricatura endeble y triste. Los germanos marcaron cuatro goles pero pudieron hacer media docena. O más.

Fueron tan superiores, tanto, que el partido rozó el ridículo. Y en este caso ni siquiera hubo indolencia del Barça, sino impotencia. Lo cual, posiblemente, es peor. Porque no tiene solución. Ni siquiera Messi, el único argumento al que se agarraban los culés en busca del milagro, pudo hacer nada. Y es que el problema no es Messi. Sino todo lo que le rodea... En el campo y en los despachos.