Dakar 2020

Las vueltas que da el Dakar

La prueba, que abandona Sudamérica después de once ediciones, ya trabaja a tope en su versión de Arabia Saudí.

sebastien loeb

Sébastien Loeb en el Dakar. / SPORT

Josep Viaplana

Josep Viaplana

El Dakar se ha visto obligado a reinventarse, de nuevo. A falta de la confirmación oficial, que puede llegar a finales de mes, la carrera emigrará a Arabia Saudí los cinco próximos años como ya publiqué en SPORT el pasado 19 de febrero. La falta de apoyo de los tradicionales países sudamericanos -Argentina, Chile, Bolivia y Perú- han abocado a la dirección de ASO a un cambio de rumbo drástico y firmar un contrato con Arabia Saudí para organizar ya el Dakar 2020.

Era, como ya ocurrió tras la suspensión de la prueba en 2008, renovarse o morir. Esta vez la renovación va en serio y va mucho más allá del cambio de continente. Etienne Lavigne, que ha dirigido la carrera las dos últimas décadas, ha sido relevado en la dirección por David Castera, todo un especialista en el Dakar que ha conocido en todas sus vertientes. El francés, afincado en Andorra, empezó corriendo en moto, se pasó a los coches y durante los primeros años en suelo sudamericano se convirtió en el director deportivo.

Ahora es el nuevo hombre fuerte del Dakar y el encargado de dirigir una transición que no será fácil porque si marcar un itinerario en África o en Sudamérica ya es complicado hacerlo en Arabia Saudí no se presenta nada fácil. Es todo un reto. El terreno, indudablemente, promete, pero las dificultades logísticas son tan elevadas como abrir un país que ha estado cerrado a cal y canto, en el que las mujeres no tienen de lejos los mismos derechos que los hombres y que se antojan grandes dificultades para mover la caravana. Eso sí, a priori tiene que haber todas las facilidades del mundo de las autoridades locales.

David Castera ya ha estado dos veces en Arabia Saudí y creo que este año se le va a hacer largo porque arrancar desde cero una prueba de esta envergadura será complejo. De todas formas, en la situación actual, después de haber vivido la última edición en primera persona, estoy de acuerdo que el Dakar necesitaba no solo un cambio de aires drástico sino también ser agitado por dentro.

Otro año igual podía acabar con esta marca de leyenda, puesto que además de graves dificultades financieras en la organización, que perdió mucho dinero en el evento ante la falta de patrocinadores institucionales que sustentaran la carrera, el recorrido no estuvo a la altura. No es una crítica, es la constatación de una realidad. Y, si me permiten, salvaron la crisis con gran dignidad porque el evento pendió de un hilo hasta el último momento, pero esto no quiere decir ni que esté bien ni que tenga que repetirse en el futuro.