Un nuevo plan de supervivencia

Reguilón en un pique con Luís Suárez en el Clásico

Reguilón en un pique con Luís Suárez en el Clásico / AFP

Jordi Costa

Jordi Costa

Del doble clásico de la semana pasada, además de constatar su superioridad sobre el Real Madrid en duelos directos, el Barça sacó un recurso o un plan alternativo que quizás pueda serle útil en el tramo final de la Champions. Fuera de forma más o menos voluntaria, el equipo de Valverde acabó defendiendo en su área tanto el partido de Copa como el de Liga y lo hizo con tal efectividad que los blancos no lograron marcarle ningún gol en 180 minutos.

Desde que el Barça abrazara el cruyffismo hace tres décadas, se empapó de tal modo de la idea que el balón es el centro de todo que tenerlo también era la única manera de defenderse. Y así debería seguir siendo, porque es parte fundamental de su estilo y de su encanto. Sin embargo en los últimos años, sea por el perfil de los entrenadores o por la progresiva ausencia de futbolistas capaces de secuestrar el esférico, el Barça se ha ido mostrando manifiestamente incapaz de gobernar los 90 minutos, de modo que le toca achicar agua de la barca de vez en cuando.

En esta dinámica, la diferencia la marca Arthur. Con él en el campo, el Barça gobernó la primera parte del clásico de Liga, porque al brasileño no le quema el esférico ni siquiera cuando el rival presiona alto. En cambio, cuando no está o se le agotan las pilas, los datos -de Carles Domènech en La TdT de Catalunya Ràdio- cantan: la segunda parte del clásico de Copa se jugó en terreno blaugrana en un 66% del tiempo, y en el de Liga, en un 58%.

Llegados a este punto, sobresale la mirada defensiva de Valverde, que fue capaz de corregir tácticamente el sábado -cuando Ter Stegen fue un espectador- las vías de agua que había encontrado el Madrid el miércoles, y también las figuras de Piqué y Lenglet, agigantadas ahora como centrales de área propia aunque han acreditado sobradamente su capacidad para ser solventes con metros a su espalda.

Así pues, tenemos la confirmación de que, llegado el caso en los compromisos de KO que vienen, el Barça se encontrará menos incómodo de lo que ha estado hasta ahora. La duda es si la capacidad ofensiva del Madrid, que ha marcado en Liga casi 30 goles menos -43 contra 70- que la media de las nueve temporadas de Cristiano Ronaldo, sirve como referencia válida con respecto a otras potencias europeas que no fallarían tanto.

Personalmente, prefiero un Barça con más autoridad y menos épica y azar pero, puestos a aceptar que hoy no es posible, bueno es tener una tabla a la que agarrarse si toca competir y sufrir.

FUNDIDO A NEGRO EN EL REINO DE FLORENTINO

Protegido históricamente por una fortuna que le sonrió en los momentos más delicados, al Madrid no le ha salido nada bien desde que levantó su última Champions. Aquella misma noche fue Cristiano quien anunció que se largaba y, poco después, le siguió Zidane. Desde entonces, todo ha sido un despropósito en Chamartín hasta que un Ajax enorme clavó ayer el último clavo del ataúd blanco.

Tantas veces se ha menospreciado la importancia de la planificación y de la filosofía de juego ante el contumaz éxito europeo de los blancos, que nos ha cogido por sorpresa la caída del castillo de naipes cuando ha sido de pura lógica. Porque ganar sólo dos Ligas de las últimas diez no es casual.

A Florentino se le marchó el mejor rematador de la historia pero prefirió fichar a un portero, y trajo a un goleador low cost, Mariano, que ayer vio el partido desde la grada. En paralelo, sustituyó al entrenador que le brindó tres Champions consecutivas por otro sin un título en su palmarés al que, además, solo le dio dos meses de margen.

Lo único bueno de estar fuera de cualquier opción de título en marzo es que Florentino ya puede tomar decisiones troncales de cara al próximo curso. Y a los culés, sin perder la necesaria autocrítica, debe servirnos para valorar que el Barça compita continuadamente desde hace una década aún sin tener ningún ser superior.