Un 'nuevo' fútbol más racional

El Borussia - Schalke 04 dejó sensaciones encontradas

El Borussia - Schalke 04 dejó sensaciones encontradas / EFE

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

Confieso que tuve una sensación muy rara al ver en directo el Borussia Dortmund vs Schalke 04. Por un lado, me devoraban las ganas de disfrutar por fin de un partido. Por otro, acabó siendo una especie de ‘quiero y no puedo’. Pronto me di cuenta de que no me podía dejar llevar por esa montaña de emociones que suele acompañar un enfrentamiento entre dos equipos. Faltaba el rugido de la grada.

Si para el espectador fue una experiencia más bien tibia, no me quiero imaginar cómo sería para los jugadores prescindir de esa adrenalina que se dispara en el vestuario, ese cosquilleo en el túnel antes de saltar al campo y sacrificar, en general, todas esas sensaciones que alimentan la tensión previa de un partido y que están inevitablemente asociadas al clamor del público.

Sin el calor de la grada, se hace aún más necesario animarse entre compañeros. Pero debe ser muy difícil ir a un partido con un manual de instrucciones sanitarias en el bolsillo y pensar en todas las medidas de seguridad. Por eso resulta inevitable que algún equipo, como le ocurrió al Hertha de Berlín, deje escapar una celebración de gol más ‘fisica’ de lo permitido. Entiendo que se trate más bien de una obligación ejemplarizante, porque siempre habrá lances del juego en los que resulte inevitable el contacto.

El futbolista ahora tendrá que someterse al lado racional de su cabeza en lugar de dejarse llevar por la emoción. Y eso resulta dificilísimo en la práctica. No solo me refiero al riesgo de contagio, también a todas las situaciones de juego.

Tenía mucha curiosidad por ver qué tipo de equipos responderían mejor a la ausencia de hinchas. ¿Serán los grandes que disputen muchos partidos al año y tengan menos entrenos o equipos con casta, como el Getafe, con principios de juego muy determinados?

De entrada, los conjuntos con jugadores más atléticos tienen menos dificultades para regresar tras el parón. Para ellos, un partido es como un entrenamiento de alta intensidad, aunque tienen que hacer un doble esfuerzo de mentalización para asumir que se están jugando la temporada. Posiblemente los clubes que no dependan de grandes aficiones tengan una pequeña ventaja en este sentido.

El partido del Borussia Dortmund me hizo pensar que los futbolistas acostumbrados a entrenamientos de calidad, movimientos rápidos con o sin balón, tienen más facilidad para que su juego fluya sin el factor emocional de la grada. Están habituados a jugar como entrenan. Posiblemente su técnico Lucien Favre les concienciaría sobre la necesidad de pensar rápido en las transiciones, sin contar con el empuje del público. Una vez más, haciendo valer más el lado racional que emocional de sus cabezas.  

No fue un partido perfecto, pero me atrevería a decir que será uno de los más visto de la historia del fútbol. El aficionado necesitaba ver rodar el balón en sus pantallas y, en ese sentido, el fútbol sí cumple su función emocional por ser una vía de escape necesaria en tiempos difíciles.

Me gusta

El código de conducta impuesto por Irene Lozano a Javier Tebas y Luis Rubiales. Me alegro de que por fin alguien haya puesto orden. Ya lo dije anteriormente: los dirigentes están para servir al fútbol, no para que el fútbol esté al servicio de sus trifulcas en medios y redes sociales. Este código no solo es un ejemplo para el deporte, también para una clase política demasiado propensa a la crispación.

No me gusta

La falta de previsión en la vuelta a los entrenamientos. Si existía ya certeza de que la desescalada sería asimétrica, hubiera sido lógico establecer desde el inicio un protocolo de trabajo que permitiera a los equipos entrenamientos en grupo de forma paulatina, siempre que hubiera visto bueno sanitario. Ajustar las normas a ritmo semanal da una sensación inquietante de improvisación.