Nueva ocasión para acabar con la larga agonía del equipo

Quique Setién, en rueda de prensa

Quique Setién, en rueda de prensa / sport

Guillem Balagué

Guillem Balagué

En el verano de 2016, Leo Messi había dado un mensaje inequívoco: quería marcharse de España, cansado principalmente de sentirse maltratado por la Hacienda española. Se activó el mecanismo que permitía un traspaso. Las conversaciones de su entorno con el Manchester City se hicieron más fluidas, reuniones de su padre con Ferran Soriano y Txiki Beguiristain podrían haberse organizado, el fichaje de Guardiola lo hacía todo más atractivo y el club inglés estaba dispuesto a pagar 250 millones de euros.

El verano le sirvió a Leo para sacarse algo de veneno de muy dentro y volvió a los entrenamientos una semana antes de lo acordado; se juntó en casa con Luis Suárez, regresó la rutina. En ese momento, con la agradable sensación de la vuelta al cole, Leo envió otro mensaje a su padre: bueno, seguimos aquí. 

Ahora el cansancio es otro y es conocido: las acusaciones, desde dentro y fuera del club, de controlar todo lo que pasa. Que si el Tata Martino lo fichó él, que si quiso a Quique Setién, que si le abrió las puertas a Griezmann y luego se las cerró por no venir cuando tocaba. Sobre Griezmann: los encuentros con Luis Suárez, Leo y Antoine, y sus mujeres, han servido para demostrar el interés del núcleo duro del vestuario por ayudar al francés en su adaptación. Aunque nadie haya podido encontrar su sitio en el equipo. 

Seguramente hay más. La sintonía con el entrenador es mucho menor que con Valverde y se escenificó muy gráficamente en las conversaciones airadas tras el empate en Vigo en las que participaron los futbolistas más importantes. Quique Setién explotó, consciente de que no puede concretar la idea que tenía en la cabeza y vino a decir a sus jugadores que no se podía seguir así, que si no cambiaban, que se buscaran otro entrenador. Sorprendentemente y al poco la plantilla reaccionó, y hablando con los pesos pesados y también con el presidente se fueron reconstruyendo los puentes (de ahí el tuit de Gerard Piqué pidiendo unidad). Setién había provocado y conseguido una reacción.

El fútbol son momentos y el futuro del entrenador dependerá de cómo evolucione la temporada pero la relación del vestuario con el presidente, el que deberá escoger un posible sustituto, también está en entredicho: se le dijo al vestuario que llegaría Xavi si marchaba Valverde, pero las negociaciones con el ex capitán acabaron con un ‘no’ mutuo. Peses a las dudas que ofrece el banquillo y la directiva, Messi volvió del parón ilusionado (“chicos, son dos meses”), pero se ha visto que el equipo no llega para las grandes empresas. Pero si el problema es Messi, Leo se imagina dando un paso al lado. 

Y ahora, ¿cómo se sustituye el miedo del entorno y del club? Mejorando el proyecto (si no se puede Lautaro, alguien de ese calibre, y así), demostrando cariño hacia el argentino (del club y de los candidatos a la presidencia), estableciendo las bases de un acuerdo para su continuidad. Si la temporada no acaba bien, ¿quizá trayendo a Xavi? Es la única opción indiscutible que se le presenta a Bartomeu. Pero, ¿está Xavi dispuesto a tomar las decisiones necesarias para que el Barcelona vuelva a competir en lo más alto? 

No parece haber una solución fácil, ni que las cosas a corto plazo puedan mejorar. Y sin embargo este pulso, por el bien del Barcelona y de Messi, debería acabar definitivamente con la larga agonía del equipo.