El córner
Nos cambian el fútbol para siempre
El Manchester City tenía casi cerrados dos fichajes como parte del reciclaje que considera necesario para seguir compitiendo en lo más alto (3-4 titulares), pero el castigo de UEFA lo ha ralentizado. Ningun futbolista quiere comprometerse a nada hasta mayo, cuando podría conocerse la resolución del TAS y la consiguiente decisión final.
Al club inglés se le había advertido de una pena considerable, aunque le ha sorprendido que fuera de dos años y que se confirmara justo antes de la eliminatoria ante el Real Madrid. Lo que ha chocado menos es que desde el exterior se use a Pep Guardiola, en lugar de los dirigentes o los dueños, como rostro del club, cuando el entrenador llegó la temporada siguiente a la última investigada. Se cree que se está intentando convertirle en culpable por asociación.
El City se considera totalmente inocente, pero tiene una enorme montaña que escalar para salir impune de la situación; su imagen ya ha quedado dañada. Su defensa está diseñada con todo tipo de detalle y pasa por demostrar que no se hinchó ninguna esponsorización ni se pretendió engañar a la UEFA.
Hay otra manera de defenderse, por supuesto. Cuando el Barcelona y la Juventus realizan un intercambio de jugadores por un valor inflado, o cuando el Chelsea vende por 10 millones de euros sus palcos VIP a amigos de Roman Abramovich, cuando se recalifican tierras en favor de los clubs de fútbol, cuando se deja de castigar al PSG por un defecto de forma y luego Qatar compra los derechos de la Champions y se incluye al presidente qatarí del club parisino como representante de la ECA en el comité ejecutivo de la UEFA, uno se podría preguntar, ¿por qué se persigue solo al City?
¿No será que existe una cultura en que estas cosas, y otras más, se han hecho impunemente?
El papel de los grandes
Hasta Guardiola ha sugerido que el que esté libre de culpa tire la primera piedra.
Con el reto que plantea el City a la UEFA, se está poniendo en entredicho el fair play financiero, una manera de hacer las cosas, pero incluso más: el club inglés está desafiando la autoridad del que pone las reglas. ¿Y eso? Hace tiempo que los clubs más poderosos del planeta, un grupo selecto, quiere más poder y más dinero. Y menos vigilancia. El fútbol está cambiando irremediablemente y el aficionado vuelve a ser un mero espectador.
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