En el nombre de Nadal y Djokovic

Nadal y Djokovic

Nadal y Djokovic / sport

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Oooooooh, los jóvenes! Que llegan, que están llegado, que ya están aquí, que van a arrasar, que se van a comer el mudo (y a sus habitantes), que provocarán la admiración de todos, que cambiarán las normas del juego, que variarán la visión del deporte, que son otra cosa, que nadie ha visto nada igual, que vienen para quedarse, que acabarán con las grandes estrellas, que reducirán al ridículo a quienes ocupan el trono…

Es evidente, cristalino, que buena parte de culpa en lo que sucede con los jóvenes deportistas la tenemos nosotros, los medios de comunicación, ansiosos por encontrar, cuanto antes, nuevo material para alimentar, no ya nuestras historias, no, no, sino saciar la sed y hambre de ellas que, con la aparición de las redes sociales y, muy especialmente, con la novedad de informarse al minuto y de forma insaciable que los aficionados han adquirido a través de la web de los diarios y medios informativos, hemos creado entre los lectores.

El ejemplo de Vinicius

No digo, ¡ojito!, que creemos ídolos antes de nacer. Pero casi. Hay muchos casos, muchos, que ahora me vienen a la memoria del último año, de los últimos meses. Pienso, por ejemplo, en ese muchacho que se acaba de convertir ¡y ya es convertirse! en el salvador de todo el Real Madrid: Vinicius Júnior, de 18 años.

Es evidente que su historia se ha convertido en la historia de Cenicienta, pues hasta tuvo un montón de noches en las que lloraba solo pues el entrenador grande del Real Madrid lo creía pequeño e insuficientemente preparado (aún) para dar el salto al Santiago Bernabéu y continuaba protagonizando cabriolas en el Castilla.

Tuvo que producirse una hecatombe (o varias) para que el muchacho, que había venido a precio de diamante (todos cuestan mucho, todos), se convirtiese en la única esperanza e ilusión de la hinchada blanca. Y, ya ven, ahí está, rodeado de jugadores rutilantes (un montón de ellos cuestionados y en la rampa de salida de Valdebebas), convertido en el cohete espacial que transportará al Real Madrid, no solo al liderato de la Liga (me temo) sino a la conquista de la cuarta Champions consecutiva.

Doncic e Mbappé, otros casos

Pienso en el esloveno Luka Doncic (19 años), al que el Real Madrid y Europa se le quedaba pequeña, y se ha convertido en la gran novedad, en la octava maravilla de la NBA, un campeonato, como dice Svetislav Pesic, técnico del Barça, no es baloncesto: “No sé cómo definirlo, desde luego, pero no es baloncesto. Cada día los resultados son 129-119, 132-120, 120-105…Y todo el mundo está de fiesta, de celebración, contento. El auténtico baloncesto es el que se juega en Europa”.

Medito sobre Kyliam Mbappé, para mí, sí, sí, sí, ‘el próximo’, lo siento, la novena maravilla futbolística que, con 20 años, vive a la sombra, o junto, a alguien que, ya no es tan niño, ni ha ganado tanto, tanto, como el pobre Neymar Júnior, que ha vuelto a lesionarse, esperemos que no sea nada y vuelva pronto. Digo lo de Mbappé porque da la sensación de que ése sí es el joven que puede derribar paredes y no algunos de los que estamos haciendo volar estos días.

De Jong, un fuera de serie

Y no, no se equivoquen, no estoy hablando del joven (o menos, no es un niño, no) Frenkie de Jong, que me parece algo fuera de serie y lugar en caso de que continúe con su espectacular progresión, que no es tan de eficacia como de don de mando y, sobre todo, control del tiempo del juego, de saber qué hacer con el balón en los pies y como convertirse en el puto amo del fútbol.

No deja de ser curioso que mientras el Real Madrid compra presente con Vinicius, primero agarrándose (¿se acuerdan?) a sus goles de rebote y/o en propia puerta, y ahora a sus carreras y driblings desequilibrantes (que no goles, de momento, de momento, todo llegará), el Barça, en una operación admirable, que debe tener multitud de padres y madres (felicidades a todos ellos), adquiere futuro para cuando Leo Messi decida jugar solo en el campo que ha pintado en el jardín de su mansión con Thiago, Mateo, Ciro y ‘Hulk’, su enorme perro. ¡Ojalá! De Jong (y Dembélé, no me olvido de Dembélé) estire nuestro sueño hasta que Thiago Messi, o Mateo Messi y Ciro Messi vistan la camiseta azulgrana.

Nadal y Djokovic vuelven a una final de Grand Slam

Pero, amigos, lo siento (o no), no quisiera acabar estas fanfarrias sobre los jóvenes, que, a mí, de momento, no me dejan boquiabiertos estando vivitos y coleando Modric, Messi y Curry (LeBron, Harden…) sin recordarles, a 24 horas de otra final de Grand Slam, que Francis Tiafoe (“que se vaya preparando Rafa”) y Stefanos Tsitsipas, se iban a comer a nuestro Rafa Nadal con pan y tomate y una Coca-Cola, a pie de pista, casi sin despeinarse.

Y, mañana, colegas, amigos míos, Nadal, 32 años, y Novak Djokovic, 31, volverán a estar ahí, en la pista Rod Laver, manteniendo la admiración del mundo, habiendo humillado, sí, sí, humillado, a esa juventud que se va a comer el mundo. Mejor otro día. Sigan en la cola de la fama. Continúen desgastándose los nudillos picando a su puerta.