Del niño Pedri al abuelo Alves

Pedri: "Brasil es el rival que quería desde el principio, lo habría firmado"

Pedri: "Brasil es el rival que quería desde el principio, lo habría firmado" / COE

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Estoy con Ronald Koeman (y no por sus mismos intereses, claro), pero los Juegos Olímpicos son atletismo, natación, gimnasia, vela, esgrima, hasta baloncesto, balonmano, hockey sobre hierba y waterpolo. No tanto fútbol. El balompié ya tiene demasiados escaparates lindos, emocionantes, prestigiosos, difíciles, como para colocar la medalla de oro, plata o bronce a su altura.

Y, sin embargo, me va a perdonar ‘Tintín’, lo cierto es que el torneo futbolístico de Tokio tiene un cierto morbo, sobre todo después del fiasco final (lo siento don Luis Enrique) que nos llevamos en la Eurocopa cuando, como suele ser habitual (y no solo a España), nos eliminaron el día que mejor jugamos. Es decir, jugamos como nunca y perdimos como (casi) siempre.

Pero el torneo de Tokio, donde la ‘Rojita’ ha protagonizado un campeonato muy, demasiado, parecido a la grande, es decir, simulando que no acababa de encontrar su mejor forma nunca, nos deparará el sábado (13.30 horas) una final apasionante entre dos grandísimas selecciones (aunque sean las pequeñitas) de España y Brasil. Cierto es, por ejemplo, que en 240 minutos de fútbol en semifinales, solo hubo un gol, perdón, un señor gol, perdón, un golazo, el del madridista Marco Asensio, en el más puro estilo de Leo Messi.

Lo cierto es que el sábado veremos una final entre dos selecciones de prestigio, entre dos favoritas, entre las auténticas candidatas al oro. Es evidente que cuando uno se llama Brasil y otro se llama España y, además, se presenta a la cita olímpica con un ramillete impresionante de profesionales (ya millonarios), lo que quieren, lo que buscan, lo que ansían es ganar el oro.

No ganar esa final, por más plata que te lleves, es perder. Y sé que lo han pensado alguna vez estos días, pero déjenme que les diga que en esta final, entre otras cosas, se produce algo maravilloso, no solo en el deporte, sino también en el ambiente futbolístico español y, más concretamente, azulgrana. En esta final se enfrentan el día y la noche, la juventud y la veteranía, un niño contra un abuelo, el futbolista que pretende convertirse en una referencia mundial en los próximos años y el veterano que quiere jubilarse (o me temo que no todavía) cosechando el único título que le falta.

Quiero decirles, recordarles, refrescarles la memoria y señalar, escribir, que el líder de España es un niño que acabamos de descubrir todos, que nos encanta a todos (no importa la camiseta que lleve), llamado Pedro González, conocido por todos como Pedri, que solo tiene 18 años y que, miren por donde, se ha convertido ya (y el sábado romperá el récord) en el futbolista que más partidos oficiales ha jugado este año pandémico: 72. El sábado jugará su encuentro 73.

Y, enfrente, no está de más que les recuerde que en la jovencísima selección amarilla, con Brasil, está, nada más y nada menos, que Dani Alves, de 38 años, es decir, 20 años más que Pedri, con 44 títulos, récord mundial, siete más que Leo Messi y don Andrés Iniesta, que son los que le persiguen en un curioso ranking que el lateral brasileño quiere aumentar con el oro olímpico que le falta.

Pedri es la joya y Alves, el broche. Pedri camina por este mundo con zapatos de gamuza, sin hacer ruido, sin hacerse notar, sin pensar que va a ser el mejor. Todo, absolutamente todo en este maravilloso, dulce y sencillo canario es pura modestia. De ahí que cuando Pepe Mel lo descubrió, con solo 16 años, en Las Palmas, un día les dijo a dos directivos del conjunto canario que fueron a ver un entrenamiento de pretemporada: “Mírenlo, ahí va uno que es millonario y no lo sabe”. Era tan bueno, tanto, que Mel, entrenador, escritor y sabio, ya sabía que iba a ser el mejor. O casi.

Pedri le gusta a todo el mundo, por eso lleva 72 partidos jugados porque ninguno de sus entrenadores (ni seleccionadores) quiere confeccionar el equipo sin él. Y él, que es joven y tiene hambre, que sabe que debe aprovechar cuantas oportunidades se le presenten, entiende a Koeman, pero sabe que no tendrá otra ocasión como esta de poder, no solo de ser olímpico, sino de ganar un oro.

No todo el mundo tiene un oro olímpico, aunque muchos de los compañeros de Pedri se han hecho de oro. En el otro lado de la cancha, del césped, de la historia, está Dani Alves, jugador aún en activo en el Sao Paulo, estrella que no hace mucho contó en una entrevista en RAC1 que recientemente se había ofrecido al Barça para volver, “pero no tuvieron huevos de reconocer su error conmigo”.

Alves no corre, ni juega ni está en Tokio por el dinero ni la fama ni la popularidad. Está en Tokio porque quiere esa medalla de oro para su vitrina, la más impresionante del mundo del balompié. Y ese contraste es muy hermoso: Pedri creciendo, nuevo en el teatro de los sueños, y Alves tratando de rematar la carrera más impresionante del mundo, con 26 títulos en el Barça, protagonista del sextete de Pep Guardiola (2009) y del triplete de Luis Enrique (2015).

Puede sí, tiene razón Koeman, que los JJ.OO. sean atletismo, natación y gimnasia, pero Pedri, Alves y sus colegas corren más que nadie, nadan y guardan la ropa mejor que nadie y, de piruetas y saltos, ya ni les cuento.

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