Nada personal, solo negocios

Laporta, protagonista hoy de la Asamblea del Barça

Laporta, protagonista hoy de la Asamblea del Barça / FCB

Rubén Uría

Rubén Uría

'Més que un club'. Durante más de cien años, el Barcelona ha sido el orgullo de sus legítimos dueños, sus socios. Gentes que han construido, a base de esfuerzo, un club forjado en unos valores y una identidad tan inmutable como histórica. Una idea perfecta en un mundo imperfecto. Un vestigio romántico: un club de todos y para todos. Su propiedad, innegociable, es indivisible. Gente que se pregunta qué puede hacer por el club y no qué puede hacer el club por ellos. Pertenencia. Este club ha resistido el paso del tiempo sobreviviendo a gestores, mareas, egos, grupos de comunicación, corrientes de opinión y crisis financieras. Un club que ha resistido, con firmeza, a la tentación de vulgarizarse.

Ceder al engendro SAD sería entregarse al modelo que ha pervertido el fútbol. Sería vender el alma al diablo, abrir la puerta a grupos empresariales, magnates y jeques. Poner precio a un sentimiento. Algunos salivan colocando la primera piedra de un debate artificial que pretende negociar lo innegociable: la propiedad de un sueño. Si el Barcelona fuera SAD dejaría de ser más que un club y sería una SAD más. En su menú, paquetes accionariales, ampliaciones de capital y el control absoluto de una corporación. Nada personal, sólo negocios. Vivir para ver. También hay quien apuesta por un mal menor: la aplaudida estructura alemana del Bayern, con un modelo basado en el 51% propiedad del socio y el 49% gestionado por corporaciones. Podría funcionar, dicen. Y quizá tengan razón. El asunto es que no todo es negociable. Que una cosa es la gestión y otra, bien diferente, la propiedad. Y que cuando uno se refiere a la historia centenaria de un club que presume de ser mucho más que un club, entre el honor y el dinero, lo segundo no puede ni debe ser lo primero.

Ser SAD sería acabar con la libertad universal de elección del socio. O acabar con las secciones -todas deficitarias, por cierto- de un club polideportivo. Pregunten a los hinchas del Atlético de Madrid qué darían por recuperar el control que se les arrebató de su club. Pregunten por Valencia qué sienten esos aficionados que tuvieron que elegir entre susto o muerte cuando Peter Lim compró las acciones y luego se cansó de su juguetito. Pregunten por el jeque en Málaga. Pregunten qué sienten los aficionados a los que les arrebataron la libertad de elegir. Ya no son socios. Ahora son clientes. Mal haría el barcelonismo en dejarse engañar con debates artificiales. Su identidad es incompatible con el modelo SAD. Ojalá el socio jamás ceda a la tentación de convertir un club histórico en una SAD histérica. Y ojalá el club que presume de ser más que un club siga siendo de todos y no de unos pocos.

PEDRI, TRES EN UNO

En el campo, tres en uno: nominado al Balón de Oro, al trofeo Kopa y virtual ganador del 'Golden Boy'. Fuera del campo, tres en uno: renovación, mejora de salario y cláusula anti-jeques. Pedri tiene 18 años y es un niño que juega como un veterano. Irrumpió como un meteorito en la elite y ahora toca lo más difícil, mantenerse. Calma.

EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR

Contra las cuerdas en Europa, el proyecto de Ronald Koeman se juega su ser o no ser en la Champions. A un lado, el famoso "es lo que hay". Al otro, la exigencia histórica de la camiseta azulgrana. Todo lo que no sea ganar al Dinamo de Kiev supondría una crisis de proporciones bíblicas antes del clásico. El que avisa no es traidor.