El músculo más solvente siempre fue el cerebro

Arturo Vidal en el suelo contra el Liverpool

Arturo Vidal en el suelo contra el Liverpool / AFP

Jordi Costa

Jordi Costa

Anfield debía ser el templo donde el Barça expiara sus pecados de Roma pero acabó siendo el cementerio donde cavó un tumba todavía más profunda. Una vez más, sería una lectura estrábica quedarse con que fue una mala noche y, en cambio, toca darse cuenta de que el batacazo es la culminación de un desbarajuste orgánico.

La falta de actitud o el bloqueo mental ante el empuje rival -encajar dos goles seguidos y otro de córner sin defenderlo fue definido por Suárez como algo digno de juveniles- podrían explicar una derrota cualquiera, pero el verdadero problema del Barça -y de quienes ya le veíamos en la final- fue creerse la superioridad ficticia del partido de ida, cuando en realidad fue el Liverpool quien impuso su manera de entender el juego desde el minuto 1 hasta el 180 de la eliminatoria.

Dudo que Valverde tuviese demasiadas alternativas para cambiar su ahora criticada alineación del martes, pero sí creo que no ha mostrado un ápice de valentía desde que pisó el Camp Nou. Al contrario: el orden defensivo, la presunta solidez y el dominio de las áreas como bandera, y el balón como arma secundaria, sin personalidad, hasta el punto de menospreciar el control del partido. La receta le ha valido para ir tirando hasta que se topó con un señor equipo -y el Liverpool, a diferencia de la Roma, sí lo es- y pretendió hacerle frente con las armas ajenas, obviando las propias.

El técnico, por supuesto, no es el único responsable de la descomposición del proyecto. También lo son unos futbolistas que se siguen viendo a ellos mismos como aquellos que dominaron Europa. Y, por encima de todos, una gestión deportiva que ha consentido el alejamiento progresivo de los fundamentos que diferenciaban al Barça del resto. 

Es tan indiscutible que Arturo Vidal fue de los pocos que estuvo a su nivel en Anfield como que ese es precisamente el problema. Al chileno se le fichó para evitar que hubiera un Roma segunda parte, obviando que el músculo más solvente sigue siendo el cerebro. El Barça corrió el martes muchos menos kilómetros que el Liverpool, pero se la pegó porque ni fue capaz, ni quiso, marcar las directrices del juego. Y esa es una dinámica que no viene de ahora si no de lejos, con la excusa de que Xavi e Iniesta ya no están.

El fichaje de De Jong es un paso en la línea de regresar al orígen que nunca se debió abandonar. Pero sólo con la llegada del holandés no se arreglará nada si banquillo, dirección deportiva y directiva no enderezan el rumbo.