Muchísimo de Messi y mucho de Coutinho

Hay que decirlo rápido y sin florituras. Messi dio en la primera parte un recital de fútbol que hacía tiempo que no se veía. Tal fue el nivel de excelencia, que bien podría decirse que Leo ganó él solo el partido si no llega a ser porque Coutinho decidió inventarse un gol, el quinto, que también fue obra única y exclusiva de su talento personal y entre Dembélé y Suárez fabricaron el sexto. Pero lo de Messi fue espectacular. 

Los cuatro primeros goles llevaron su sello. Él firmó un par y el otro par lo rubricó Suárez, pero el arte de Leo estuvo presente y fue decisivo en ambos. En el primero le dio un pase de medio gol y en el cuarto dirigió el contraataque, atrajo rivales y puso la pausa y el temple para precisar el pase, en el instante justo, y ponérselo fácil a Coutinho y Suárez. Pero es que sus goles fueron de cine, por no decir de dibujos animados, que esto es patente de Romario aquella noche que le rompió la cintura a Alkorta. Hay que analizar su primer tanto. Quedó encerrado entre el portero y dos defensas y la línea de fondo y se las ingenió para burlarles a todos y encontrar el único hueco para meter el balón en la portería. Y luego, el tercero, de falta. Nada nuevo, si no fuera porque esta vez decidió lanzarla rasa. Una exquisitez, una más. Y van... ya he perdido la cuenta. 

PERMISO PARA SOÑAR. Junto a Messi, emergió la figura de Coutinho. Primer gran partido del brasileño. Parece que el carril del 10, táctico, claro, porque 10 solo hay uno, es el que mejor le sienta. Por ahí se movió a gusto, se asoció con Messi y Suárez y, sobre todo, encontró el terreno para desplegar su magia. Su gol, un golazo de elaboración y ejecución. Pie de mago en el chut. Marcará más como este, ya ha estado a punto otras veces en su corta trayectoria azulgrana. Un gol y una actuación para soñar con otro figurón de medidas excepcionales.