Mourinho, tan bocazas como siempre

Mourinho, técnico del Tottenham

Mourinho, técnico del Tottenham / AFP

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

Mourinho es un bocazas. Siempre lo ha sido. Y siempre lo será. Ni el paso de los años ha aplacado su soberbia. Aunque la realidad no haga más que dejarlo en evidencia. El último título que ganó como entrenador fue la Europa League en 2017 con el Manchester United. Vive, por supuesto, de los recuerdos del pasado. Y como un ‘abuelo cebolleta’ se empeña, una y otra vez, en rememorar tiempos mejores. Que, siendo sinceros, no lo fueron tanto... Ayer se cumplían 8 años de la autodenominada ‘Liga de los récords’ que conquistó con el Madrid. Fue uno de los únicos tres trofeos que logró sentado en el banquillo del Bernabéu. Y aprovechó la onomástica para presumir de algo que nunca consiguió: acabar con la hegemonía del Barça. 

Florentino Pérez fichó a Mourinho en el verano del 2010 para intentar frenar al'Pep Team’. Y no solo no lo consiguió, sino que hizo el ridículo más espantoso, con humillaciones como el 5-0 en el Bernabéu y la eliminación en las semifinales de la Champions (con exhibición de Messi) después de aquel magistral discurso del ‘puto amo’ de Guardiola en la mismísima sala de prensa del estadio madridista. Mourinho, en su particular cara a cara con el ‘Pep Team’, salió claramente perdiendo: el técnico catalán goleó al portugués por 7-3 en los dos años que concidieron en la Liga española. Mourinho ganó una Liga, una Copa y una Supercopa de España, mientras que Guardiola sumó una Champions, una Liga, una Copa, dos Supercopas de España, una Supercopa de Europa y un Mundial de Clubs. De hecho, la mitad de los títulos que Pep conquistó como entrenador blaugrana (14), los logró con Mourinho en el Madrid.

Mourinho, por mucho que presuma, no acabó con la hegemonía del Barça. Porque el Barça siguió ganando con Guardiola. Y también después de Guardiola. A lo sumo, lo que hizo Mourinho fue convertir el duelo Barça-Madrid en una guerra de guerrillas con patadas escalofriantes y acciones tan patéticas como meterle el dedo en el ojo a Tito Vilanova. Ese fue Mourinho. Cualquier otra consideración es fruto de su imaginación y de la del madridismo más casposo y rabioso.