Mikel Arteta: de camino a dirigir y liderar

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Guillem Balagué

Guillem Balagué

Qué cruciales son los primeros minutos de un entrenador. Claudio Ranieri, al llegar al Chelsea y con escaso inglés, pidió a Marcel Desailly que le tradujera. Trajo una botella de champagne y dio un discurso sobre el esfuerzo, el espíritu de equipo, bla bla bla. Marcel les dijo: chicos, levantad la copa, poned cara seria, bebed el champagne y vamos a entrenar. Así lo hicieron ante la sonrisa bonachona de Ranieri que acababa de perder el respeto de casi todos. 

Mikel Arteta habló a sus muchachos por primera vez el 22 de deciembre. Entró como un elefante en una cacharrería. Con toda la energía del mundo. Sin una sola duda. Solo quedaba aceptar su liderazgo. No es casualidad que acertara en el tono ni que mostrara su carácter curtido en muchos vestuarios: aprendió códigos de Mauricio Pochettino cuando tenía 17 años en el PSG. Con 19 años en el Rangers cogió el balón para lanzar un penalty en el minuto 94 que le dio el título de liga. En el Everton, hablaba de estilo con David Moyes. Cuando llegó al Arsenal se encontró un grupo mudo. Se hizo con el vestuario desde el descanso en su debut ante el Swansea, donde solo se le oyó a él. Wenger sonreía en una esquina sin decir nada. 

Con Guardiola se hablaba regularmente para compartir los entresijos de una Premier años antes de que el Santpedor fichara por el City. Estando juntos, Arteta pasó cientos de horas con jugadores (desde Sterling a Eric García) en charlas individuales que ayudaron a su progresión, pero además vio cómo se maneja un líder. Y cómo se dirige un equipo. Son dos cosas diferentes. Todos los entrenadores dirigen, pero no todos tienen la capacidad de convencer a los suyos con su trabajo para caminar juntos hacia una misma idea hasta que el futbolista deja de ser lo que era para cambiar incluso su manera de pensar sobre el juego. Eso es lo que he hace Pep. El mejor preparador llega al corazón (y Arteta ya lo ha conseguido, tiene al grupo convencido) y a la cabeza. 

Tras el despido de Unai, habiendo apenas entrenado en casi cinco semanas, Arteta se llevó a los chicos a Dubai donde hicieron seis sesiones en cuatro días (centrado en cosas básicas del estilo) y compartieron muchas horas. Ahí se aplicó el pegamento necesario para un equipo que tenía rotos los lazos con la afición y con el cuerpo técnico anterior.

Mikel, que ayer cayó 1-2 ante el Olympiacos siendo eliminado de la Europa League, no había perdido desde el 29 de diciembre. Está empezando a ver quién, en esta plantilla que es peor de lo que los jugadores piensan, le sigue a medio plazo, no sólo ahora. Llegará un momento en que algunos no querrán seguir cuestionando todo lo que saben. Ahí le tocará matar. Ahí descubrirá su liderazgo.