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Opinión

Demasiados miedos con Lamine Yamal

Lamine Yamal, celebrando un gol con el Barça

Lamine Yamal, celebrando un gol con el Barça / EP

Sin ánimo de exagerar ni incomodar, entiéndase bien la expresión, se observa como medio mundo está contento con la segunda posición de Lamine Yamal en el recién entregado Balón de Oro. Curiosamente, en ese grupo coinciden los seguidores del Real Madrid, contentos ante cualquier incidencia negativa azulgrana, y algunos seguidores del Barça, asustados ante las consecuencias de un hipotético éxito de su joven estrella que, por lo que intuyen, iban a ser terribles porque con la barriga llena se iba a abandonar. La otra mitad del mundo futbolístico, en cambio, quería que France Football le entregara el deseado premio al delantero catalán, entre otras cosas, porque es el mejor jugador del momento y de los pocos que, por sí solo, es capaz de llenar un estadio.

No es este el único episodio en que se han escuchado miedos alrededor de la figura de Lamine Yamal. Ese terrible hándicap de tener 18 años está lastrando la confianza de un sector de la población que ha decidido sufrir cada día de su vida por el crack azulgrana: que si su padre, que si la fiesta de aniversario, que si la novia, que si un gesto, que si la camiseta número 10, que si el dinero… Mientras tanto, mientras algunos opinan y, por supuesto, están en disposición de decidir cuál es el camino correcto, Lamine Yamal ha decidido vivir conforme a sus experiencias vitales, esas que le hacen respetar y abrazar a Ousmane Dembélé después de ganar el Balón de Oro o de trabajar con una mentalidad muy ambiciosa ese maravilloso talento que tiene para tratar de convertirse en uno de los grandes futbolistas de la historia.

Lamine Yamal es diferente a lo visto hasta hoy porque su vida también ha transcurrido por derroteros distintos que le han ayudado a conformar una personalidad y un carácter valiente ante cualquier acontecimiento, más todavía si es una adversidad. Con las contradicciones que tenemos todos y, desde luego, con aciertos y errores, a menudo su modelo de sociedad no coincide con la que el sistema ha impuesto y, como consecuencia, sus comportamientos se ajustan a códigos que sorprenden a determinadas generaciones pero que conectan con otras. El fenómeno Lamine Yamal no solo es futbolístico ni tampoco, local, lo que dimensiona su figura hasta límites pocas veces vistos en un chico tan joven. Y, sin embargo, aunque muchos sufran, Lamine Yamal camina con paso firme rebelándose contra lo que los demás han establecido como normal y, por supuesto, sonriéndole al destino.

De lo único que hay que preocuparse es de ese cuerpo a medio terminar que ahora tiene pubalgia y que mañana, producto de la sinrazón de este negocio del fútbol llevado al extremo, puede sufrir cualquier otra lesión que nos impida seguir disfrutando de esta rutilante aparición en el universo futbolístico que debería producir mucha alegría y no tanta preocupación.