Un miedo irracional

Olympique-Barcelona

Olympique-Barcelona / AFP

Jordi Costa

Jordi Costa

Las insospechadas eliminaciones del Real Madrid y el PSG en la vuelta de los octavos de final de la Champions, cuando traían resultados aparentemente óptimos de Amsterdam y Manchester, han servido para despertar en can Barça el fantasma del trompazo de Roma pero, a la vez, ha desatado un miedo irracional en el entorno de un equipo que se supone aspirante al cetro europeo.

La frase que resume más fielmente lo de esta noche en el Camp Nou la pronunció Sergio Busquets instantes después del 0-0 de la ida. "Si queremos estar en la siguiente ronda, qué menos que ganar uno de los dos partidos de la eliminatoria ante nuestra afición y en nuestro campo", sentenció el segundo capitán barcelonista, con la autoridad y la experiencia que da tener tres orejudas en el palmarés.

Del mismo modo que el vestuario blaugrana debe tener grabado a fuego el exceso de confianza -unido al déficit de reacción futbolística- que les condenó en Roma, y que menospreciar las virtudes del Olympique sería absurdo e inaceptable, tampoco tiene sentido este temor que detecto alrededor del equipo, tampoco sería comprensible que el aficionado culé fuera hoy al estadio dudando de la clasificación para cuartos.

equipo descarado

Que sí, que cualquiera de los resultados obtenidos por el Olympique fuera de casa en la actual edición de la Champions le serviría para pasar ronda. Y que los franceses van a disponer hoy de su estrella, Fekir, y que son un equipo lo suficientemente descarado como para crearte problemas si te despistas. Pero si hay algo indiscutible en la actual versión del Barça es que responde y compite en las situaciones de máxima exigencia, tal como ha quedado ratificado en las últimas semanas.

Mandaría narices que el entrenador lionés, Bruno Genesio, se pueda permitir comparar el Camp Nou con el estadio del Guingamp, en un intento de quitar presión a su joven equipo y que, en cambio, un equipo de veteranos megalaureados sienta la presión. En este sentido, aplaudo el mensaje lanzado ayer por Valverde según el cual, si el Barça es capaz de repetir el partido que hizo en Lyon, pasará seguro.

A estas alturas, ya nadie gana un partido -y menos de Champions- por el peso de la camiseta, y bien hará el Barça en ser precavido. Pero si durante toda la temporada hemos estado abonando -apoyados en la actitud del equipo- el relato que Messi y compañía tienen la orejuda entre ceja y ceja, no es coherente acobardarse ahora como si un equipo de segunda fila europea fuera un transatlántico.