El 'método Márquez' también sirve a Rins

Márquez, Rossi y Miller, en rueda de prensa

Márquez, Rossi y Miller, en rueda de prensa / MotoGP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Cuentan los que saben de eso de profundizar en la mente humana que lo mejor que podemos hacer en este mundo es vivir sin pensar. Dejar que la energía fluyan espontáneamente de modo natural para conseguir vivir en plenitud de una manera libre, natural, disfrutando de cada instante como el niño que se levanta cada mañana gozoso por descubrir algo nuevo todos los días.

Aunque, sin duda, la procesión va por dentro, y a saber lo que se cuece dentro del casco y probablemente de una manera muy distinta a la que vemos cuando la persiana del box está levantada, por la expresión relajada y constantemente risueña de Marc Márquez es probable que el genio de Cervera sea de los que aplica esa máxima en su trabajo como piloto de motos.

Nadie podrá cuestionar que, aparentemente, se le ve siempre feliz.  Y esa es tal vez la clave de su éxito, el pilar fundamental del “método Márquez”, ese sistema de abordar su profesión disfrutando de cada momento de la misma.

Como contraposición, hay otros pilotos en el campeonato –y siempre los ha habido- que parecen estar en una lucha constante consigo mismo. En una pelea interna presidida por la dualidad, por su obsesión por aparentar lo que no son y,sobretodo, por la tensión interna que les supone la pugna por anteponer su concepto ideal de las cosas, con la idea real de las mismas.

Y así les va. En constante sufrimiento. Atenazados. Lejos de los buenos resultados, son víctimas de unos pensamientos tormentosos que les impiden desarrollar el evidente potencial de energía que vimos en el pasado.

Alex Rins parece estar en el grupo de los primeros. Hace años, el de Suzuki –como

Tito Rabat- solía entrenar con métodos muy próximos a los de Márquez. El estilo del piloto barcelonés sobre la moto es distinto a todo; si acaso se parece a alguien es al de otro gran ídolo de esa misma marca: Kevin Schwantz.

Pero ya no se trata solo de ver como Rins va colocado sobre la moto, sino de analizar cual es su actitud cuando baja de la misma. Una forma de ser que no parece tan diferente de la del propio Márquez. Ilusionado cada día como el niño curioso por lo que llega. Y así le va: segundo en el campeonato, a solo un punto del de Honda, y acreditando una regularidad propia de un metrónomo; con ese tic-tac constante que, pasado por la máquina de traducir, se llama regularidad.

Ojo con Rins. Que nadie le infravalore. Su velocidad de crucero promete. Y cuando son muchos los que miran hacia Dovizioso y otros como primeros aspirantes, tal vez deberían focalizarse en este otro catalán. Le Mans es una carrera compleja. La variabilidad meteorológica siempre introduce incertidumbre. Las diferencias son tan mínimas, que cualquier imprevisto en la cita francesa puede provocar una catarsis en el statu quo del mundial. Puede que no sea un fin de semana de carreras más.