Messi ya no lidera

Messi falló el penalti

Messi falló el penalti / AFP

Carles Sans

Carles Sans

Siempre, incluso para las estrellas más rutilantes de la constelación mundial de grandes profesionales, hay un día que el protagonismo decae, el liderazgo se esfuma y los argumentos mantenidos siempre desaparecen en favor de nuevas estrellas que poco a poco ocupan tu lugar. Eso sí, siempre serás el gran profesional de una época y se te recordará como el campeón que fuiste.

Digo esto pensando en Leo Messi y el partido de Champions del martes pasado entre el PSG y el Real Madrid, en el que Leo se medía frente al que fue eterno rival durante su etapa en el Barça. De Messi se espera siempre la genialidad que tantas veces nos ha maravillado.

Los culers, incluso los que no han sabido entender su marcha, esperaban en esta ocasión que Messi tuviera una de esas tardes en las que se erigiese en el súper crack y doblegara a base de goles y jugadas brillantes a un Real Madrid al que siempre nos gusta ver perder. Sin embargo Messi, no brilló; se le vio participar con la discreción de aquellas tardes en las que intervenía a ráfagas hasta culminar una jugada brillante.

El problema es que la jugada no llegó y la ocasión de tirar el penalti la desaprovechó. Me duele mucho tener que describir a Messi en estos términos, pero por primera vez lo vi jugar sin ver al líder que siempre ha sido. Lo admiro tantísimo que me dolió verle como uno más entre jugadores, incluso, más decisivos que él.

Sería injusto hablar de decadencia, porque a Messi le queda mucho fútbol, pero el tiempo es implacable para todos y es evidente que el mayor jugador de la historia no puede mantener el ritmo de excelencia al que nos acostumbró.

Ver a Messi jugar entre un equipo de excelentes jugadores no es novedad: el Barça ha tenido un equipazo durante muchos años en el que él fue el gran líder. Ahora tal vez sea esa la diferencia, que Messi sigue siendo grande pero no lidera el PSG. Esa fue la impresión que me dio frente al Madrid. Sin duda es algo natural que, sin embargo, a quienes lo adoramos, nos cuesta asumir.